Escribo aún varado este año que se me escapa entre las manos sin poder volcer a mi barco, que me da la vida.
Pero es que no se otra forma de expresar mi frustración e indignación ante lo que veo que sucede a mi alrededor y me afecta en primera persona.
Son tantos los temas que no se por donde empezar. Hagámoslo por algo que puede sea lo mas fácil de entender. El uso de las mascarillas sanitarias a las que nos obliga la presencia posible de un enemigo que ha venido a sumarse a la fiesta, según la recomendación de quien ha asumido la responsabilidad.
Después de mucho eliminar en la hojarasca de desinformación, unas veces por la falta de preparación de los autores que, sin haber dedicado unos segundos de reflexión a lo que dicen, toman la palabra. Lo que en castizo de siempre se los llamaba peyorativamente "enteraos" —(y que con esto del multiculturalismo y la invasión lingüística del idioma de los sajones se los denomina "bloggers")— y otras veces desechando la difundida con mala intención, en castizo, "pérfida" o " malignamente" y que tratan de rebautizar con "Fake New".
El caso es que seguro que si son válidas, en su mayor porcentaje, para evitar que la tos, estornudo o simple respiración del portador de la mascarilla, pueda propagar sus gérmenes al entorno, asumiendo que las denominadas quirúrgicas, no me protegen en absoluto de los gérmenes de los demás. Y que aunque hay serias dudas sobre su efectividad contra el Covit19, si evitan que otras patologías, vengan a hacer su agosto aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.
Pero sobre todas las cosas son un símbolo que proclama: Para protegerme de los demás, dependo de los demás. Llevo una protección para ellos y dependo de que ellos lleven también una protección para mi.
Pues el caso es que parece que como aquello de "PIENSE EN LOS DEMÁS" es un eslogan de la España de los años sesenta, seguir ese consejo es utilizar consignas fascistas que nada tienen que ver con la España del siglo XXI, donde la sociedad se ha vuelto egoísta y solo se preocupa de volver a casa sola y borracha.
De la triada del famoso discurso de Robespierre, la "Fraternité" —que en castellano es igual a hermandad, amistad y camaradería— parece haber caído en desuso, al no poder ser usada en la forma progre del sumatorio parvulario de género que se quiere imponer. No lo intenteis , no hay forma.
Hace pocas horas, paseando en las cercanías de mi casa, me he encontrado un grupo de unos diez jóvenes, todos ellos sin mascarilla. Me he acercado a ellos y con el mejor tono sacado de mis años de didacta, les he preguntado si les podía hacer una pregunta.
—"Si, claro"
—"Yo llevo una mascarilla para protegeros a vosotros ¿ Que haceis vosotros para protegerme a mi?"
—"Viejo, lo que debes hacer es morirte de una vez, que mantenerte a ti vivo nos está costando la ruina de nuestro estado del bienestar"
—" Pero yo puedo ser tu familia"
—" La familia es un invento vuestro para estarnos fastidiando eternamente"
Transcribo parte de la conversación eliminando las referencias escatológicas a las heces y al ano.
Me he marchado ruminado la escena y mirando hacia la popa de mi vida, a esos remolinos que me siguen donde están revueltas mis enseñanzas, mis recuerdos, mis creencias.
¿ Por qué cada vez que miro al mar que me rodea no lo siento mio? ¿Por qué tengo la sensación de que he dirigido mis pasos a un mundo equivocado? y ¿Por qué me siento responsable de haber dejado que todo esto sucediera?
Luché por la libertad y me llaman opresor, Luché por acabar con el franquismo y me llaman fascista. Luché por ampliar mi cultura y estar al día y me llaman viejo. Luché por ser el mejor en lo mio y ...
Quizás han sido demasiadas millas con el piloto automático puesto. Voy a tomar el timón y encauzar mi nave de nuevo hacia mis sueños de un mundo mejor para todos:
Si, a la calle que ya es hora, pero ¿Como?, ¿Donde?, ¿Cuando?