De Koroni cruzamos a Kalamata a la búsqueda de una marina donde pasar el sábado y domingo para ver la carrera de fórmula I a las que somos aficionados.
Ni la marina, donde nos atienden fenomenalmente, ni Kalamata, una gran ciudad (mejor una ciudad grande) tiene para nosotros otro atractivo que la conexión a agua y electricidad que nos permitirá hacer la colada a fondo y pasear largo y tendido.
En las cercanias del puerto hay un parque en que se ha instalado un museo del ferrocarril, desgraciadamente tomado por los grafiteros que han dejado poco hueco sin cubrir.
Me sorprende que sea considerado arte algo que para expresarse empieza por destruir, así como que gente que cubre con sus rebuscadas caligrafias cualquier superficie luego se respetan entre ellos sin que jamás se le ocurra a otro grafitero cubrir el grafiti de un colega.
Me apetecería en venganza coger un bote de pintura y embadurnar sus firmas, al estilo de como se deformaba la palabra PUTA de los primeros grafitis de la dictadura hasta transformarlo en BOTA o RUTA o XXXX.
Enfín, dejemos que el tema sea tomado por los "agentes del orden" si es que nos queda de eso en nuestra sociedad decadente y enferma terminal.
El museo para mi ha sido un encuentro agradable y me recordó mi afición a los trenes en miniarura y mis maquetas en los que malgasté mucho dinero, en cuanto lo tube, para mitigar ese hambre de niño que sueña ante los escaparates de las jugueterias mientras arrastra una locomotora de lata que solo tiene para desplazarse la cuerda de esparto (Aún le faltan años, incluida la mili desinformadora, para saber lo que es un cabo)
Sorprende de Kalamata el que al llegar a la calle comercial, están todas las grandes firmas de la moda en sus lujosas tiendas. Pero yo prefiero quedarme de esos dias con el regalo del museo del ferrocarril.
Ni la marina, donde nos atienden fenomenalmente, ni Kalamata, una gran ciudad (mejor una ciudad grande) tiene para nosotros otro atractivo que la conexión a agua y electricidad que nos permitirá hacer la colada a fondo y pasear largo y tendido.
En las cercanias del puerto hay un parque en que se ha instalado un museo del ferrocarril, desgraciadamente tomado por los grafiteros que han dejado poco hueco sin cubrir.
Me sorprende que sea considerado arte algo que para expresarse empieza por destruir, así como que gente que cubre con sus rebuscadas caligrafias cualquier superficie luego se respetan entre ellos sin que jamás se le ocurra a otro grafitero cubrir el grafiti de un colega.
Me apetecería en venganza coger un bote de pintura y embadurnar sus firmas, al estilo de como se deformaba la palabra PUTA de los primeros grafitis de la dictadura hasta transformarlo en BOTA o RUTA o XXXX.
Enfín, dejemos que el tema sea tomado por los "agentes del orden" si es que nos queda de eso en nuestra sociedad decadente y enferma terminal.
El museo para mi ha sido un encuentro agradable y me recordó mi afición a los trenes en miniarura y mis maquetas en los que malgasté mucho dinero, en cuanto lo tube, para mitigar ese hambre de niño que sueña ante los escaparates de las jugueterias mientras arrastra una locomotora de lata que solo tiene para desplazarse la cuerda de esparto (Aún le faltan años, incluida la mili desinformadora, para saber lo que es un cabo)
Sorprende de Kalamata el que al llegar a la calle comercial, están todas las grandes firmas de la moda en sus lujosas tiendas. Pero yo prefiero quedarme de esos dias con el regalo del museo del ferrocarril.