El viaje desde Andraxt hasta Benirras en el norte de Ibiza, no presenta ninguna incidencia. Un día de calma absoluta y una navegación de nuevo a fuerza de motor. Ni un solo barco se cruza con nosotros y tan solo al llegar a las costas de la mayor de las Pitiusas empiezan a aparecer los barcos.
Benirras es para nosotros casi un protocolo a seguir. Fondeo en su ensenada y ver la puesta de sol desde la playa mientras se saborea un Gin Tonic ( de los pocos que tomamos al cabo del año) se ha transformado en un rito, donde las fotos que sacamos con el sol poniente nos devuelven el paso de un año mas.
Suenan los tambores mientras la playa se llena de una variopinta muchedumbre de "Jupis" disfrazadas de "hipis". Bajo los pantalones caidos hasta limites que contradicen la ley de la gravedad, se esconden los calzoncillos de Hugo Boch o de Clavin Clein.
Todo ha cambiado. En las miradas yo noto algo raro. Como miedo. Seguramente lo sea al futuro, que bastante batacazo nos pegamos los precursores con nuestros "haz el amor y no la guerra" y nuestra palabra sagrada, "PAZ" que en un alarde de gracia, mas bien de tiro de gracia, los comerciales han ridiculizado recintemente en un spot de publicidad que incita al consumo de televisiones de pago como un plus para el salón de unos imbéciles en los que no me siento representado.
Incluso la marihuana, que ya no se comparte, tiene olor a sintética y para conseguirla solo hace falta tener dinero para comprarla en cualquier esquina.
Hay algunos de nuestra quinta, nos miramos y reconocemos pero no mantenemos mas conversación que la de esa mirada de reconocimiento. Las palabras están todas dichas y pueden remover fibras que ya no debemos sentir.
El sol saldrá de nuevo mañana. Rejuvenecido volverá a hacer su camino pero nuestro sueño no despertará. No hemos dejado un mundo mejor. Hemos follado poco y mal y raramente hecho el amor. Nombrar la Paz suena a cómico.
Yo dejé de fumar hace quince años. Eso fué bueno. Pero hace muchos años también que deje otras cosas en el camino y eso no me parece tan bueno.
Benirras siempre me pone triste. Oigo los tambores hasta muy tarde. Miro al cielo,cargado de estrellas y se que hay algo que se me escapa que alguna vez estuvo dentro, muy dentro de mi.
El último trago del Gin Tonic hace de anestésico y consigo dormir. Seguro que mi yo onírico llora por el tiempo perdido, dejando caer lágrimas en un estanque escondido de mis subsconciente del que se alimenta esa humedad que a veces emborrona mis cansados ojos ante algunas emociones descontroladas.
Lo cierto es que hemos sentido frio y por primera vez en semanas dormimos bajo un edredón.