Viene el hilo hoy a tenor de una costumbre que he adquirido de pasar las fichas de los contactos fallecidos a una categoría especialmente reservada para ellos, en el convencimiento de que así prolongo un poco más su existencia al menos en mi recuerdo.
Hoy he añadido los datos de contacto de Jose María, mi socio y amigo al grupo de Fallecidos. Enumerar los que le han acompañado, incluida mi madre, este año sería farragoso y no aportaría nada
En un pasado de hace pocos años y que hoy parece de la prehistoria, la noticia del fallecimiento de algún familiar o amigo, solo nos llegaba si manteníamos un contacto asiduo con esa persona. A lo sumo alguna vez alguien nos decía eso de "adivina quien se ha muerto".
Pero hoy por hoy el número de personas que tenemos presentes se ha multiplicado gracias a las redes sociales y mantenemos contacto frecuente con muchas mas personas.
El contacto puede que no sea profundo, es más, muchas veces es solo un contacto monotemático, limitado tan solo a un sector muy específico de nuestra actividad el que ha creado el vínculo, y que hace que sin conocer apenas nada de lo que escape de esta actividad, como si tiene hijos o si le gusta el tocino de cielo, la sensación es de camaradería, de que está ahí para consultarle y que nos desviviremos por ayudarle en las suyas.
Y por mor de la edad que voy acumulando y que por tanto acumulan en igual medida todos ellos, el proceso de pasar los contactos a la categoría de fallecidos, se hace mas y mas asiduo, superando por mucho lo que era habitual cuando solo contaban familiares directos y amigos íntimos.
Todo este proceso me esta creando un gran desasosiego, pues me reitera el "Hermanos, morir habemus" con el que empiezan las mañanas los monjes trapenses. Realidad de la que tratamos de olvidarnos, pero que cada vez mas al final de nuestras vidas se hace presente, por mi parte con el consiguiente cabreo, de que me voy a ir sin haber terminado casi nada de lo que tengo entre manos ni dejando ninguna huella que merezca la pena, por mucho que haya escrito libros, plantado árboles y educado niños.
Con el rabillo del ojo miro a frases como, pasar a mejor vida, vida eterna, reencarnación... algo me dice que cuando se apague la luz, no hay otra luz a la que ir. Y que todo el sueño de ser fuegos de artificio se ha quedado en pasar la vida como una simple mariposa de una lamparilla de aceite.
Así que ¿cuantos dias me sobrevivirá el recuerdo de mi existencia?
Tal vez algún conocido añada mi nombre a su creciente lista de contactos Fallecidos y dedique unos segundos a recordar algo que de lo que incluso es posible que yo no fuera su autor.
Repetirse una y mil veces que es inevitable no aporta ningún bálsamo a ese dolor profundo y sordo de la nausea existencial. Y es que en mi particular libro de cuentas me sale un saldo que yo pueda definir como positivo o negativo, pues es ocultado por una relatividad. Es poco.
Yuval Noah, en su libro de 21 lecciones para el siglo XXI, habla de que quizás una vez desaparecida la inteligencia, vencida e inutilizada por la I.A. la humanidad tal como la entendemos, o peor aún, reducida a la irrelevancia, quede solo la conciencia y que esta liberada de la futilidad del homínido, podrá vagar libre por el universo en todas sus dimensiones.
Pero lo mas grave de todo es que de acontecer ese futuro, yo no estaré ahí para contarlo
Muchas han sido las dudas para incorporar esta entrada del blog, con la que quiero recuperar lo que inicialmente era la idea que me llevaba a escribir. A mí, hombre de números y dedicado al arte menos figurativo que es la arquitectura. y con una incapacidad crónica para la ortografía.
Y es que era esa intención un deseo de plasmar las cosas que me rondaban por la cabeza en esas largas horas viendo el mundo desde la popa de mi velero. Todo ha quedado en un cúmulo de anécdotas
acaecidas en el transcurso de las millas recorridas y pocas veces he llegado a volcar mis sentimientos y pocas también las veces en que he dejado vía libre a mi forma de pensar.
Quizás esto último por lo sorprendido que me veo cuando analizo a donde estoy hoy viniendo de donde vengo.
Hoy he añadido los datos de contacto de Jose María, mi socio y amigo al grupo de Fallecidos. Enumerar los que le han acompañado, incluida mi madre, este año sería farragoso y no aportaría nada
En un pasado de hace pocos años y que hoy parece de la prehistoria, la noticia del fallecimiento de algún familiar o amigo, solo nos llegaba si manteníamos un contacto asiduo con esa persona. A lo sumo alguna vez alguien nos decía eso de "adivina quien se ha muerto".
Pero hoy por hoy el número de personas que tenemos presentes se ha multiplicado gracias a las redes sociales y mantenemos contacto frecuente con muchas mas personas.
El contacto puede que no sea profundo, es más, muchas veces es solo un contacto monotemático, limitado tan solo a un sector muy específico de nuestra actividad el que ha creado el vínculo, y que hace que sin conocer apenas nada de lo que escape de esta actividad, como si tiene hijos o si le gusta el tocino de cielo, la sensación es de camaradería, de que está ahí para consultarle y que nos desviviremos por ayudarle en las suyas.
Y por mor de la edad que voy acumulando y que por tanto acumulan en igual medida todos ellos, el proceso de pasar los contactos a la categoría de fallecidos, se hace mas y mas asiduo, superando por mucho lo que era habitual cuando solo contaban familiares directos y amigos íntimos.
Todo este proceso me esta creando un gran desasosiego, pues me reitera el "Hermanos, morir habemus" con el que empiezan las mañanas los monjes trapenses. Realidad de la que tratamos de olvidarnos, pero que cada vez mas al final de nuestras vidas se hace presente, por mi parte con el consiguiente cabreo, de que me voy a ir sin haber terminado casi nada de lo que tengo entre manos ni dejando ninguna huella que merezca la pena, por mucho que haya escrito libros, plantado árboles y educado niños.
Con el rabillo del ojo miro a frases como, pasar a mejor vida, vida eterna, reencarnación... algo me dice que cuando se apague la luz, no hay otra luz a la que ir. Y que todo el sueño de ser fuegos de artificio se ha quedado en pasar la vida como una simple mariposa de una lamparilla de aceite.
Así que ¿cuantos dias me sobrevivirá el recuerdo de mi existencia?
Tal vez algún conocido añada mi nombre a su creciente lista de contactos Fallecidos y dedique unos segundos a recordar algo que de lo que incluso es posible que yo no fuera su autor.
Repetirse una y mil veces que es inevitable no aporta ningún bálsamo a ese dolor profundo y sordo de la nausea existencial. Y es que en mi particular libro de cuentas me sale un saldo que yo pueda definir como positivo o negativo, pues es ocultado por una relatividad. Es poco.
Yuval Noah, en su libro de 21 lecciones para el siglo XXI, habla de que quizás una vez desaparecida la inteligencia, vencida e inutilizada por la I.A. la humanidad tal como la entendemos, o peor aún, reducida a la irrelevancia, quede solo la conciencia y que esta liberada de la futilidad del homínido, podrá vagar libre por el universo en todas sus dimensiones.
Pero lo mas grave de todo es que de acontecer ese futuro, yo no estaré ahí para contarlo
Muchas han sido las dudas para incorporar esta entrada del blog, con la que quiero recuperar lo que inicialmente era la idea que me llevaba a escribir. A mí, hombre de números y dedicado al arte menos figurativo que es la arquitectura. y con una incapacidad crónica para la ortografía.
Y es que era esa intención un deseo de plasmar las cosas que me rondaban por la cabeza en esas largas horas viendo el mundo desde la popa de mi velero. Todo ha quedado en un cúmulo de anécdotas
acaecidas en el transcurso de las millas recorridas y pocas veces he llegado a volcar mis sentimientos y pocas también las veces en que he dejado vía libre a mi forma de pensar.
Quizás esto último por lo sorprendido que me veo cuando analizo a donde estoy hoy viniendo de donde vengo.