El día 23 ha sido de total y absoluto descanso. No hemos salido del barco en todo el día. Ha caído agua sin parar y nos hemos dedicado a leer, a jugar a las cartas a dormir.
Y hoy tras una rápida visita al mercado del pescado, de donde hemos salido horrorizados de los precios de una muy pobre variedad, comprar algo de fruta y verdura de muy buena calidad pero de nuevo sota, caballo y rey, hemos emprendido la marcha, dejando atrás el peor puerto donde hemos entrado en Croacia y el más caro. Marina Zadar.
Para pasar a las Kornati, tenemos que pasar por el norte de la isla de Ugland, pues el puente entre esta isla y la de Pasman solo tiene 16 metros de altura.
Viento del norte, corriente en contra hacen de estas 8 millas un recorrido de mas de dos horas. Además hace frio, o al menos notamos mucho frio. El ambiente me recuerda esos días tontos de verano en Asturias, en que más parecía que fuera a nevar que a salir el sol. Seguramente de ahí me viene mi afición a las tascas y el vino, tan calentitas y mi repudia a las playas de arena fina.Claro que de esas aquí no existen. Solo algunas de regodones como ya he citado en otro lugar.
Hago un desplazamiento del Ploter hacia el Oeste y veo que estamos en latitud 44º 09´7011 Norte, que equivale a unas 36 millas al norte del Cabo de Peñas, eso si, novecientas millas al Este.
Por este año está bien, vamos a empezar a deshacer el camino. Llegar a Venecia navegando ya no nos parece tan importante, y sería seguir al Norte y luego bajar la aburrida costa Italiana.
Una vez entramos en el canal de Iz, podemos navegar a vela, descendemos para entrar en el parque de Telascica. Empezamos a navegar entre islotes e islas, Beli Iz Rava, Luski, Krkanata, Lavdara, haciendo algunas aproximaciones a Dugi Otok y sus múltiples puertecitos y calas.
Para entrar en Telascica, el puerto natural más seguro del mediterráneo, hemos tomado por el estrecho corredor entre Dugi Otok y Katina,con 15 metros de ancho y 4 de profundidad. La corriente llega a los cuatro nudos.
Luego todo la bahía hasta Magrovica donde fondeamos. De nuevo el espectáculo de barcos que garrean y garrean por falta de cadena y anclas adecuadas. Y desfile de kuneros, desde los cobradores del parque (120 kunas) hasta un supermercado ambulante de frutas y verduras.
Sin embargo nosotros estamos firmes y bajamos a tierra a un pequeño Konoba (taberna) que nos ha recomendado un amigo. Al dar su nombre somos recibidos con alegría, nos dan una mesa y sin más preguntas nos sirven el mejor cordero que he comido en mi vida.
De joven en vez de ir “a los bailes”, mis amigos y yo nos marchábamos de excursión a Aranda de Duero, a las panaderías, a comer un inefable cordero asado. También lo he comido “a la estaca” en mi tierra. Luego lo he comido asado a la Hebrea en Yafo en Telabit, cocinado en “Mechui” en Marruecos, asado, a la plancha, guisado, frito…
Este cordero sabe diferente. Son como filetes sacados de las patas, de unas patas terriblemente grandes, que han cocinado en unas ollas de fundición a fuego lento, con hierbas y parece que algún alcohol. Después las han pasado por las plancha o a la brasa. Todo lo supongo, porque no vi la elaboración. Pero el resultado es una carne jugosa, blanda, aromática y que al masticarla desprende aromas y sabores… distintos.
Una ensalada muy variada y muy fresca perfectamente aderezada y una frasca de vino (¿o fueron más de dos?) llenaron nuestro cuerpo y nuestra alma. Ni postre, ni más gaitas.
La entrada en el barco no presentó problemas, pero conseguí ponerme la chaqueta del pijama en los pies y el pantalón, cada pernera en un brazo y … Hay alguna foto del resultado, pero sigo con mi manía de no poner foros personales en el Blog.
Una vez que puse en orden los diferentes movimientos de la cama dormí como un lirón (La capitana dice que me parecía más a otro animal más prosaico a tenor de los ronquidos).