A veces esto de navegar es un placer. No llueve, no hace frío, no salpica, las olas son pequeñas, el viento sopla con la intensidad y dirección adecuada. Condiciones de las que crean afición. Y yo me pregunto. Y entonces ¿Como demonios es que yo le tengo afición a esto?
Porque que yo recuerde y después de haber atravesado desde la península a Ibiza unas cincuenta veces es la primera vez que se me dan esas circunstancias.
A las seis y media de la mañana soltamos amarras del puerto de Morayra y nada mas doblar la punta que cierra el puerto comienza a soplar un vientecito de sur este, que lleva el barco de un través a un descuartelar volando sobre las pequeñas olas.
El viento sigue todo el día y cubrimos las mas o menos sesenta millas que separan la costa peninsular del sueño de muchos de los que se inician en esto del crucero.
Sesenta millas que no son tales, pues desde la Punta del Emperador en Cabo la Nao hasta Cabo blanco en el islote de Vedra son solo 45,53 millas. Lo que sucede es que desde un refugio cualquiera en la costa peninsular y un destino en Ibiza si que hay esas sesenta millas.
Y nuestro destino es, como desde hace muchos años, la cala de Port Roig, a la que entramos aún navegando a vela. Hemos tardado ocho horas y media lo que hace un promedio de 7,25 Nudos de velocidad. Los generadores eólicos han ido trabajando todo el tiempo y tenemos las baterias cargadas a tope.
Nuestro plan es quedarnos amarrados a alguna de las solitarias bollas todo el fin de semana. Hay carrera de Formula I y mucho trabajo que hacer en el ordenador, pues el lunes tengo que presentar un proyecto.
Escogemos una bolla, que nos cuesta enganchar, ya que hemos perdido la práctica. Aunque sabemos que es una de las bollas cuidadas pues es de un barco conocido, le pegamos unos cuantos tirones a conciencia no sea que esté deteriorada y nos de un disgusto. Así y todo ponemos la alarma de garreo, pues se presenta noche de viento.
Al ir a hacer el amarre, decubrimos sobre la cubierta unas medusas que el viento ha arrastrado. Se trata de las inofensivas (¿Inofensivas?) Velero (velella velella) de las que ya vimos millones el año pasado entre Menorca y Cerdeña. Demasiado pronto y demasiado cerca.
Cuando estoy haciendo las fotos Lola me llama y muy alarmada “MIRA ALBERTO QUE GRANDE” Se trata esta vez de una medusa luminescente (Pelagia Noctiluca) de casi 20 cm de diametro y de picadura muy molesta y peligrosa. Son sin duda de las del año pasado que aún no han muerto ¿Cuantas huevas habrá diseminado?
No quiero ni pensar en lo que nos espera este verano
Si quereis conocer mas sobre las veletas aquí podeis ver lo que escribí el año pasado
¡¡¡¡ Bichos!!!
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