En
el puerto de Loutra, en la isla de Khitnos, es otro de los sitios en los que
estamos como en nuestra casa.
Nuestro perro es como un embajador, todo el mundo se acuerda de él. Y así nos sucede con Stabros, el diligente mecánico para todo, que se ha casado con la hija del Burgomaestre de toda la vida y ahora le sustituye se encarga de la gestión de este pequeño puerto, en la que nadie se queda sin amarre, ya que es capaz de encontrar un lugar en sitios impensables.
En esta ocasión en que dejamos caer la cadena casi en el muelle contrario, nuestra ancla ha estado debajo de hasta dos y tres barcos abarloados a ese muelle y apenas a dos esloras de nosotros, que estábamos unidos mediante una gruesa maroma de este a oeste para evitar que el viento, que entraba de costado con fortísimas rachas, nos aconchara a unos contra otros. Pero además al exterior de la escollera amarra más barcos y los que quedan aún les queda el recurso de un fondeo, muy protegido (y con un gran restaurante en la playa a pocos metros del puerto).
Hasta hace poco, Loutra, como su nombre indica, pues significa Balneario, aprovechaba sus aguas termales en un gigantesco edificio hotelero, hoy abandonado. He hablado varias veces de este enclave, donde lo único que ha cambiado de nuestra última visita es el que, a la panadería, que estaba, según los griegos a los que preguntabas, a “One Jandre Miters” y se transforman al traducirlo en metros de verdad en algo más de seiscientos, le han salido tres competidores a escasos metros de los de verdad del barco en lo que nos parece un ejercicio de competencia un tanto forzado.
Desgraciadamente
la poza que está en la playa y que en otras ocasiones nos ha servido para
darnos el consiguiente baño termal, se ha rellenado de arena y el hilo de agua
que corre, lo hace a una temperatura muy elevada, sin poder mezclarse con las
aguas del mar, que además dadas las condiciones saltan al chocar con las rocas
y hacen el baño desagradable.
Somos varios los veleros que, tripulados por parejas de la tercera edad, permanecemos aquí varios días a ver si se aclara la meteorología, con previsiones que oscilan de hora en hora y conversamos entre nosotros sobre posibles planes a seguir, mientras vemos entrar y salir los barcos de chárter que se ven obligados a cumplir unas fechas determinadas y enfrentarse con sus “titulines” y falta de experiencia a unas condiciones solo aptas para masoquistas. Sus botes, escoradas y lento andar, nos ponen sobre aviso, como decía Machado y cantaba Serrat “de que lo nuestro es pasar, pasar haciendo canciones, canciones sobre la mar”
A
todos nos ha sorprendido que en las Cicladas los vientos del norte hayan
empezado tan pronto y tan fuertes. No nos apetece nada empezar un peregrinaje
por puertos que ya conocemos, abarrotados de chárter, en los que no puedes
entrar si no llevas reserva o como sucede en Naxos, onde ni tan siquiera puedes
reservar si no llevas un barco de más de 15 metros, quedando relegados a
fondeos difíciles y que a nosotros nos trastornan mucho ante la manía de Drako
de negarse a hacer sus necesidades en su casa, que nos obliga a movernos con la
auxiliar, cosa que a veces no es tan bucólico y sencillo como parece.
Yo
veo desvanecerse nuestro proyecto de visitar algunas islas del Dodecaneso que
nos dejamos atrás en años anteriores. Permanecemos siete días en puerto
leyendo, viendo películas y dando paseos y asistiendo estupefactos a las
polémicas electorales de todos los partidos políticos que ante una próxima cita
electoral, transformada en plebiscito y en la que solo se escuchan
descalificaciones, insultos, mentiras y en el que no se escucha ni una sola
palabra sobre lo que a mi directamente pueda afectarme como ciudadano.