Han sido días muy especiales, y no porque entre ellos haya cumplido años (taitantos), sino porque estas aguas han sido como una revelación de hacerme saber que es lo que estaba buscando.
Para contároslo me vais a tener que permitir remontarme mucho en el tiempo
Todo empezaba al terminar las clases a finales de junio y nos montábamos en el Seat de mi padre, cargado hasta los topes, incluidos canario, colchones y una cazuela a presión de aquellas que tenían un mango muy largo y que siempre aparecía cuando mi padre ya tenía todo perfectamente estibado.
Nos llevaba, mientras nos cantaba todo su repertorio de tangos y previa parada a comer la tortilla de patata y los filetes empanados, desde Madrid a Asturias, mi tierra de nacimiento y en concreto a un pueblecito que nosotros llamábamos Santa María del Mar y que realmente era la aldea de La Llada, del poblado de Naveces y el ayuntamiento de Castrillón.
En aquellas épocas era bastante habitual que existieran esos pueblecitos en parajes maravillosos, donde algunas decenas, pocas, de familias pasaban todo el verano.
En aquellas épocas era bastante habitual que existieran esos pueblecitos en parajes maravillosos, donde algunas decenas, pocas, de familias pasaban todo el verano.
Yo he sido auténticamente feliz en Santa María.
Y lo que el Peloponeso me ha devuelto es esa imagen que se había perdido y que las abarrotadas zonas donde habitualmente nos movemos no pueden servir ni para rememorar.
Pueblos pequeños, pocas casas, mala carretera, pero donde el contacto humano y con la naturaleza era de una profundidad entrañable.
Y lo que el Peloponeso me ha devuelto es esa imagen que se había perdido y que las abarrotadas zonas donde habitualmente nos movemos no pueden servir ni para rememorar.
Pueblos pequeños, pocas casas, mala carretera, pero donde el contacto humano y con la naturaleza era de una profundidad entrañable.
Y con la imagen los recuerdos de las familias; Los Duarte, Los Moreno, Los Uría, Los Vascos, Los Albornoz, Los Arrieta, Los Lana, La "nena", Xindo, Román, El padre santo..
Y con ellos los nombres, Carlos, Julio, Luis, Ana, Toyi, Paloma, Teté y Mari luz, mi amor platónico a la que nunca me atreví a confesárselo por no perder su amistad y a cuyo recuerdo reservo parte muy importante de mi alma...
Y con ellos los nombres, Carlos, Julio, Luis, Ana, Toyi, Paloma, Teté y Mari luz, mi amor platónico a la que nunca me atreví a confesárselo por no perder su amistad y a cuyo recuerdo reservo parte muy importante de mi alma...
Todos esos recuerdos sumidos en toda una vida, han comenzado a volver a mí con una fuerza inusitada, surgiendo limpios y netos entre tantas y tantas vivencias, la mayoría de ellas mucho más glamurosas, pero no de la intensidad de las de aquellas vacaciones en ese pueblo donde aprendí a andar y a tantas cosas. Y es que todo se reduce a algo muy simple. Era feliz con aquello poco (o con todo aquello) y encontrar que quedan en el mundo sitios como aquel ha activado todas las señales de atención de mi alma.
No quiero volver a Santa María. Ya no existe se ha transformado. Y lo mismo le sucederá a las personas, serán otras. Todo ha de quedar en un recuerdo.
No quiero volver a Santa María. Ya no existe se ha transformado. Y lo mismo le sucederá a las personas, serán otras. Todo ha de quedar en un recuerdo.
Pero la respuesta al análisis de que es lo que me hacía feliz tiene mucho que ver con lo que ahora hago y busco y son la clave de muchas respuestas a preguntas que casi no sabía ni como componer.
Ahora sé que lo que quiero es encontrar un pequeño pueblo, con un buen clima, un pequeño puerto para mi barco y quedarme todo el verano, con unas alpargatas y tumbarme a la sombra en la playa y leer un libro y dejar que las horas se deslicen mansamente una tras otra.
Y a la tarde bajar al bar y jugar la partida con los paisanos y por la noche cantar canciones de las de siempre.
Ahora sé que lo que quiero es encontrar un pequeño pueblo, con un buen clima, un pequeño puerto para mi barco y quedarme todo el verano, con unas alpargatas y tumbarme a la sombra en la playa y leer un libro y dejar que las horas se deslicen mansamente una tras otra.
Y a la tarde bajar al bar y jugar la partida con los paisanos y por la noche cantar canciones de las de siempre.
No busco un sitio donde vivir, busco un sitio donde descansar. Y creo que lo he encontrado