A trancas y barrancas hemos metido en el barco la larga lista de cosas, unas necesarias y otras superfluas, que llevaremos a bordo desde Málaga.
Desde las pesadas botellas de buceo a las no menos pesadas botellas de buenos vinos.
Cada cosa va ocupando su sitio. Casi todo va en “donde siempre” y en “la forma de siempre”. Y es que parece que hemos hecho este viaje un millón de veces.
Cerramos la casa, aparcamos los coches y pasamos la noche del día 29 a bordo. Es casi la una de la mañana cuando nos metemos en la cama y queda mas de la mitad de las cosas por ordenar.
Pasarán varios días hasta que todo se acomode, como pasaran varios días hasta que con la distancia y la tranquilidad necesaria podamos evaluar este invierno extraño, en que hemos sufrido el ataque de nuestra familia mas directa con una estafa que ha puesto en serio peligro nuestra soñada calidad de vida en nuestros últimos días. Tengo que contarlo, tengo que desahogarme y soltar tanta amargura como me han hecho acumular.
No estaba preparado para ello. Mis lecturas solo me han llevado hasta “los Miserables” de Víctor Hugo. Se quedaba muy corto.
La puntilla me la daba a pié de barco alguien a quien apreciaba como amigo.
Difícil dormir, así que un poco antes de que sonara el despertador estábamos recogiendo amarras y escala y saliendo por la bocana del puerto de Benalmádena.
El barco camina bien cuando va cargado y además tenemos la corriente a favor , pero el ansiado viento de poniente que nos empuje hacia el Este no quiere hacer acto de presencia. Así que motor y mas motor.