La primera de ellas es la Isla de Ustica, a noventa y nueve millas de Porto Rosa, a treinta de Palermo y casi en la derrota prevista.
Salimos tarde de la gasolinera de Porto Rosa, donde encontramos el primer velero español desde hace dos meses largos. Aún van a hacer Sicilia. Les paso algo de información.
Y llegamos con un mar de estaño a la isla a las dos de la mañana.
Vemos una boya cerca del puerto, pero tiene una luz intermitente y no nos atrevemos, a pesar de que otro barco está cogido a una similar.
Llevo poca información de la isla y no quiero meter la pata, así que entramos muy despacio en el minúsculo y atestado puerto y tras de analizar la situación de los posibles amarres. Todos con cadena propia y amarre a popa a las rocas, veo la posibilidad de abarloarnos a otro velero que a su vez se ha amarrado al lateral de un espigón de atraque de los ferry`s.
Dormimos a pierna suelta a menos de dos metros de las rocas, hasta que nos despiertan las discusiones de los vecinos con el cuidador del muelle, que tras cobrarles 20 Euros por amarrar ahora los quiere echar a todos pues viene el ferry. Aprovechando que el cobrador del frac sale corriendo con la moto a cobrar a uno que intenta soltar las amarras de una roca, soltamos y salimos al mar, por si nosotros éramos su siguiente victima.
Vemos entonces que el sistema de boyas de por la noche se repite a lo largo de la costa de la isla en grupos de tres a cinco en cada cala, incluso en un islote donde amarran los barcos que quieren bucear. Maldigo mi suerte de estar con principio de otitis en mis delicados oídos de buceador antiguo, pero dejo escrita una cita con esta isla donde se celebra el festival de las actividades sub-acuaticas., y reservo el aire para la cueva de Neptuno en Ibiza.
Ver fotos de Ustica en:
http://picasaweb.google.com/mywayprimero/20080806_Ustica#
Proseguimos viaje despues de darle un vistazo a la costa para “sacar el plano”. Ahora apuntamos a la ensenada de Cagliari, con dos destinos diferentes. Uno la punta de Carbonara y otro la cala de Malfatano, donde dormimos a la ida.
Pasan el dia y la noche run…run…run…donde el único entretenimiento es la picada de una pequeña albacora, que nos da (y nos dara) de comer y a la mañana proa a la segunda de las opciones, que nos hace ganar un día y nos deja a solo 30 millas de Carloforte. Llegamos a las seis de la tarde y justo en ese momento levanta el fondeo una motora grande y acupamos su sitio. 10 metros de fondo, 35 de cadena y no nos movemos con los 16-19 nudos de viento que se meten en la cala, sin una sola ola, pues estamos protegidos por un islote.
Cenamos las ijadas, huevas e hígado en una salsa como si fuera a la marinera pero con mezcla de especia moruna y las ventrescas a la plancha con un sofrito como de besugo a la espalda. Y es que el diablo, cuando no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo