No hay manera de aclararse con la meteorología. Las previsiones de por la mañana cambian por la noche a veces de una forma tan radical como un giro de la dirección del viento de 180 grados.
Van llegando barcos de las Cicladas y el comentario unánime
es que lo de pensar en encontrar un lugar en puerto para pasar unos días se
está volviendo un problema cada vez mayor. En Naxos no permiten la entrada de
barcos de menos de 15 metros de eslora y en Paros solo hay sitio en el muelle exterior,
condenados al constante movimiento de la ola de los ferrys. Y los sitios de
fondeo que conocemos casi todos son para vientos y mar del norte, que nada
tienen que ver con los de sur y sur-oeste que estamos teniendo. Además, hace
frio y llueve constantemente, alejando la situación de otras primaveras
anteriores.
Así que como no lo vemos nada claro vamos a emprender el
viaje hacia el norte. En concreto hacia el canal entre el Atica y Evia y en
principio salimos temprano para dirigirnos hacia el puerto de Karistos,
completamente al norte y bordeando Kea por el este aprovechando que el viento
viene del ENE, nos permitirá un descuartelar, con menos de 10 nudos de viento.
Naturalmente nuestros planes son unos y la naturaleza hace
lo que le da la gana y cuando estamos cruzando entre las islas de Kytnos y Kea,
el viento sube a 20 nudos y completamente del norte, con lo que cambio de
planes sobre la marcha y nos dirigimos hacia las cercanías del puerto de
Labrio, donde al ser domingo habrán salido ya todos los barcos de chárter y en
el peor de los casos hay varias ensenadas para pasar la noche.
Nos acompaña la suerte y, tras de cubrir las 32 millas de la singladura, en la antigua zona dedicada a los transeúntes (hoy eliminada según la policía del puerto), encontramos un hueco donde nadie nos dice nada, aunque el lugar no es el más adecuado para parar pues es la zona de trapicheo de drogas y lugar de exhibicionismo de los jóvenes conductores de todo tipo de vehículos con ruedas.
El atraque es con muerto a proa y las líneas tienen un
desorden sorprendente, aunque afortunadamente los cabos tienden a quedarse en
el fondo y no tenemos mayores problemas. La nueva moda es que en los pantalanes
de las empresas de chárter, durante la ausencia de los barcos de alquiler,
extienden unas bollas con cabos cruzados para hacer imposible acercarse al
muelle. Supongo que nos salva de la depredación de los empleados (Patrones
ingleses y marinería indonesia) el hecho de que al ser domingo por la tarde y
después de haber conseguido hacer a la mar a sus clientes, estarán descansando.
Afortunadamente todo cambia cuando a la mañana siguiente, y
tras una singladura de poco mas de 26 millas, casi toda a vela, llegamos al
puerto de Karistos, en el sur de la Gran Isla de Evia.
Aquí empieza la zona de puertos baratos, con servicio de
electricidad y agua mediante una tarjeta que es válida en todos los puertos de
la isla y un personal muy agradable. Ciudades pequeñas donde casi hay de todo y
donde enseguida te haces amigo de las personas. Hay un Varadero cercano y por
fin encontramos a un voluntario, que previo pago de 100 Euros, sube al palo y
nos arregla el problema de la driza que arrastramos hace dos años. Es un chaval
que se dedica a reparar las torres de los generadores eólicos y a quien
nuestros 16 metros de palo le parecen una broma.
Paseamos por las cercanías del puerto donde hay una serie de
máquinas y material militar a modo de museo, con un tubo lanzatorpedos muy
completo y bien cuidado, aunque mi interés se detiene mas en una antigua
máquina apisonadora muy bien cuidada y restaurada. Por descontado no falta la
visita obligada a alguna de las innumerables iglesias. Pasamos varios días dedicados
a comer lo que vamos encontrando por las tiendas de los alrededores, donde hay
no menos de diez pescaderías.
Este vaguear va a ser la pauta del viaje de este año y nos
vendrá bien después del invierno un tanto aciago que hemos tenido, despidiendo
a los que nos llevan la delantera en la última singladura y que no tenemos
ninguna gana de emprender.