La llegada a Malta es a las 8 de la tarde y aprovechamos para hacer gasoleo en el único sitio posible que es una barcaza fondeada en medio del puerto, y donde hay que pagar 8.50 euros por el servicio además del importe del gasoleo. O eso o acarrear petacas. Era así hace dos años y sigue siendo igual.
Para no variar en esta isla perdida del Mediterraneo también pasan las mismas cosas que en casa. Las marinas solo funcionan en los horarios que le son comodos al administrativo y si llegas fuera de ese horario, ni puñetero caso que te hacen, salvo atosigarte para que pases en horarios de oficina a pagar.
Así que a pesar de que la escala en Malta la hacemos por pasar unos dias con nuestros amigos Ignacio (por motivos de trabajo y con toda la familia, pero viviendo en un apartamento) y Pedro (con su hijo y que bajo la escusa de aprender inglés, se está quitando el mono de navegadas largas y vida en el barco), que tienen sus barcos en esa marina y que se han preocupado de hacer una reserva para mi. Pero tengo que pasar la noche abarloado a un muelle donde casi no cabe el barco y sin que en ningún momento aparezca el "marinero de guardia". Naturalmente sin conexiones de electricidad a tierra, cosa que a mi no me afecta grandemente, pero que puede ser un problema para muchos barcos despues de una travesía de mínimo sesenta millas. Eso sí, pretendian cobrarme diez euros de electricidad aparte de los cincuenta y cinco de atraque diarios. Curiosamente los atraques por periodos de tiempo más largos no son excesivamente caros. No me mueven de este atraque improvisado.
Nos encontramos a Malta dividido en un referendum sobre si el divorcio era legal o ilegal. Si, me han entendido bien. Hoy por hoy el divorcio es ilegal y penado por la ley y por las encuestas lo seguirá siendo.
Lola me tacha de esagerado, pero yo insisto en que Malta despide "ese olorcillo" reconocible en las congregaciones relgiosas de ambos sexos, como a orines viejos, a "paja interrupta", que deciamos en mi juventud ácrata. Y es que, con todos mis respetos a cualquier creencia, los curas huelen a curas, lo mismo que los bonzos huelen a bonzo
Malta, a la que los españoles peregrinan a aprender inglés, es el sitio donde mas trabajo me cuesta entenderme en ese idioma. Y es que los malteses hablan su propia gerga cargada de modismos árabes, aunque presumir presumen de pertenecer a la gran cadena comercial que es el Reino Unido. De hecho ya han adoptado el Euro como moneda, pero siguen circulando por la izquierda y poniendo los equivalentes en la moneda tradicional.
Comemos para probar un par de platos típicos malteses, confeccionados con "Rabit", conejos de tamaño mas que "king sice" y unas salsas que hacen con los higados y riñones de los animalitos. A los que conoceis la cocina inglesa es fácil haceros una idea. Es lo mismo solo que en peor.
Afortunadamente Ignacio nos invita a cenar en su minimalista apartamento y nos quitamos el mal recuerdo con una simpática cena donde hacemos repaso de amigos y conocidos y abusamos de los caldos hispanos que aún quedan en las sentinas.
Decidimos continuar viaje y volver a Sicilia. Nuestros amigos están inmersos en su mundo y nosotros somos una interrupción y un compromiso para ellos.
Me dá una cierta pena de mi amigo Pedro, al que he visto muy solo, añorando a su Lola y me trae recuerdo de los dias tristes que pasé solo el año pasado en Grecia sin la mía.
No se si leen mi blog, pero quiero transmitirles nuestro cariño tanto a Ignacio y Patricia, con los que siempre tengo encuentros entrañables , como a Pedro y la ausente Lola, compañeros de tantos buenos momentos en Roquetas, nuestro puerto base de adopción.
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