
En este puerto conocemos a Fernando y su familia, que tienen alquilada una casa en la ladera donde nos invitan a tomar unas tapas que sumadas a nuestro atún, hacen la cena. Son españoles, con dos hijos pequeños, muy simpáticos, que se sienten felices de poder hablar castellano con alguien mas que con sus padres.
Trabaja él en una multinacional y están "expatriados", lo que da pié a toda una serie de anécdotas que nos cuentan. Dentro de unos dias vuelven a España, a Madrid. Su sueño es otro. Al enterarse de mi profesión de arquitecto me plantean preguntas sobre " su casa" y posibles reformas que quieren hacer. Por unas horas vuelvo a ser quien soy. No hay ni una sola pregunta sobre nuestra forma de vida. No les interesa.
Por descontado que son gente encantadora, nos han abierto las puertas de su casa, y la tertulia ha sido muy cordial. A la vuelta al barco vemos que las mesas de las tabernas han llenado la calle, por lo que puedes encontrarte que te han puesto una mesa que impide subir al barco.
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