Un sorprendido Croata, al ver que de verdad volvíamos a por la pieza, nos ha dicho que es que hay un problema de transporte y que nueve días no son suficientes para que llegue una pieza de poco más de cien gramos desde Zagreb a cuatrocientos kilómetros. Que puede hacer un esfuerzo e intentar que esté aquí el viernes o lunes siguiente.
Cuando he reclamado el dinero dejado en depósito, me dice que necesita un dia para ir al banco y que “mañana” pero no sabe lo acostumbrado que estoy a esa frase de rodar por las marinas hispanas y le digo que en una hora en la puerta de la oficina de la policía.
No hace falta, me ha llevado el dinero al barco, muy nervioso y olvidando su inglés.
Como hace bastante viento decidimos dar una vuelta por el Dubrovnik no antiguo y para ello utilizamos una guía que quiero advertiros para que nunca se os ocurra comprarla.
Se trata de GUIA VIVA de ANAYA, de las que la de Sicilia ya nos gastó alguna jugarreta.
En un coloreado plano marca una zona a visitar de día y dos buenos restaurantes en esa zona.
Y hacia allí encaminamos nuestros pasos, que se transformaron en muchos pasos por calles empinadas en las que no había nada, absolutamente nada que ver. Y eso lo dice alguien que termina encontrando temas para las fotos en cualquier escombrera.
El primer restaurante es una ruina de muchos años atrás, caído y abandonado. El segundo es el restaurante de un hotel, donde solo estábamos nosotros, obligados por la hora y la lejanía de la cibilización y un grupo de seis croatas ruidosos.
Pescado de Dubrovnik, para dos personas, seis gambas, dos cigalas huecas, un par de calamares y dos “peces”. Todo a la plancha, pero junto. Calamar que sabe a gamba y gamba que sabe a calamar. Y el pez. Una maldita Lisa, Mujol o Muil, que de todas formas se llama por nuestras tierras, típico habitante de los desagües de los puertos, atento al ruido de bombeo de fecales de nuestros barcos.
Inconfundible con su cabeza aplastada, negra y su boca de “mamón”, pequeñita y plana y que suelen dar como si fueran lubinas o roballizas a los incautos de tierra adentro.
En resumidas cuentas algo que no recomendaría ni a un enemigo, por lo que a vosotros, mis amigos solo puedo recomendaros que no compréis las guías de Anaya.
En mi pueblo les lamamos a esos peces "mules". Joerrrr, qué asco. Si a mi me ponen un mule en un plato...se enteran. O no...yo qué sé....pero no me lo como, eso seguro!
ResponderEliminarAbrazos
Embat