Después de la frustrarte quedada de Nomembasia, hemos estado navegando
sin rumbo fijo y nuestra proa se ha puesto en direcciones muy diversas.
Vagueando, pocas millas cada día y recorriendo lugares conocidos.
Muchas veces me preguntan que cual es nuestra vida diaria esos dias y se
me ocurre que os voy a contar un día hipotético por las aguas del Sarónico. Los
asiduos de la zona reconoceréis las fotos y los lugares y sabéis que es
imposible los que cuento, pero es un compendio para llenar esos días.
Permitirme la licencia.
Nos despertamos, amarrados a un pequeño puerto, con la luz de la
madrugada. Son sobre las seis siete de la mañana y aprovechamos un par de horas
para mirar correo, leer noticias o adelantar el trabajo en curso, hasta que la
vida vuelve al pueblo y podemos salir a hacer algo de compra de productos
frescos y pan.
Papa George lleva toda la vida en este negocio, que abrió en 1968, ha prosperado pero sigue siendo igual de amable que cuando era "uno mas". Trabajador, imaginativo y con un gran conocimiento intuitivo de las cosas, sería el mejor interlocutor para preguntarle por la actual Grecia, pero no quiere hablar de ello. Solo se le escapa un suspiro cuando comenta ¿Por que Alemania nos trata tan mal? Nosotros no odiamos a los alemanes.
Papa George está pescando cuando llegamos a su restaurante, tan a pié de mar que ha preparado amarres para que se pueda llegar directamente con el barco hasta su local, donde además te suministra una conexión de electricidad y agua si lo necesitas, a cambio de que utilices su restaurante para cenar.
Nosotros preferimos fondear en las cercanías, mas tranquilo y fresco que amontonados en un muelle como en los puertos, así que llegamos con la auxiliar, nos enseña la pesca que ha hecho y le comprometemos a que nos haga esa sopa de pescado que solo el sabe hacer. Acepta y quedamos en volver por la noche.
Con la auxiliar buscamos un rincón tranquilo para darnos un baño y encontramos un rincón que como un pequeño milagro tiene una playa de arena, cosa bastante rarar en Grecia. El agua está por encima de los treinta grados y es un lujazo poder estar sentados a la sombra de los pinos con el agua al cuello. El día es particularmente caluroso.
Al poco aparecen otros de los asiduos de estos mares, una apareja de franceses de mas o menos nuestra edad y que han conseguido unas cuantas docenas de erizos de mar, de las que daremos buena cuenta sobre tostadas con mantequilla y acompañados de unos "culines" de sidra asturiana de la que nuestro barco siempre lleva un buen surtido.
Una buena siesta y un baño en la popa del barco mientras cae la tarde en este mar privilegiado para las vacaciones náuticas. Se puede fondear bajo el templo de Zeus, o cerca del teatro de Epidauros, donde tenía su escuela Hipocrates, en la playadonde escondía sus naves La Boubulina, una corsaria del somienzo de la actual Grecia, famosa por pasarse por la piedra a sus enemigos capturados.
Y un Gin Tonic con Xoringuer, como le gusta a Fernando, patrón del Ralip V que nos enseño muchos de estos sitios contemplamos la puesta de sol.
Ducha y vestidos un poco menos informales volvemos con la auxiliar al restaurante de Georges, que nos tiene preparada su maravillosa sopa, con los pescados del día, de los que solo conocemos uno de ellos.
La sopa tiene un sabor especial, exquisito, no es una caldereta, no es una bullabesa, es...bueno, mejor os pasáis y la probáis.