Fondeado en las inmediaciones de la Marina Guvia, cerca de Corfú, y ya con el barco reparado, no acierto a saber si las decisiones tomadas han sido las correctas u otra alternativa hubiera sido posible.
Hay mucho que pensar, mucho que analizar y un buen anecdotario que sumar a nuestras vivencias
En la toma de decisiones ha influido mucho mi forma de ser, en la que después de un análisis de las diferentes posibilidades y sus posibles consecuencias, se toma una decisión y no se dá marcha atrás.
Yo lo llamo la mesa del relojero. A mis hijos, a Lola y a algunos de mis amigos les saca de quicio, pero a mí me ha dado grandes resultados y no me veo ni en tiempo ni forma de cambiarlo. Y es una técnica sencilla y lógica. Como si fuera una mesa se pone delante de uno todas las piezas de conocimiento, de causa y efecto que conocemos sobre el tema a estudiar, y se hace un supuesto de pros y contras de cada decisión que se pueda tomar y se elige la que parece ser más adecuada a nuestros intereses. Con un poco de práctica se llegan a manejar gran número de variables y posibilidades y sobre todo da una idea de donde se van a encontrar los “puntos críticos” donde es posible que en ese punto se tenga que escoger sobre alguna alternativa. Si al final todo encaja y no quedan “piezas sueltas” se pone en marcha el “reloj”.
Esta vez todo empieza con un choque contra algo en el agua que no hemos visto y que resulta ser un amasijo de cabos de más de una pulgada, plásticos y redes, que lanzados a siete nudos a motor, han enganchado la hélice hasta para el motor, no sin antes haber hecho una escabechina en el interior de la inversora. Algo similar a lo que nos pasó en Turquía en el año 2009.
Sucede en la punta de Colone a unas cinco millas de Crotone y con aguas muy tranquilas, lo que me permite soltar los plásticos con mucha facilidad, pero a pesar de estar en punto muerto la hélice está bloqueada, y aunque el motor puede arrancar no se puede meter avante o atrás.
Conseguimos llegar a Crotone a Vela y amarrar al muelle de tránsito de La Liga Naval con ayuda de los marineros muy amables. Es sábado tarde y nada que hacer hasta el lunes. Empiezo a desmontar rezando porque sea la uñeta del mando de marchas, pero lo que me encuentro es el eje superior roto a la altura de la hendidura que fija la arandela de seguridad y el rotor helicoidal cogido.
El lunes al varadero y a sacar el barco con un camión grúa, desmontar hélice, que no tiene daños, solo desconchones en la pintura por el rozamiento con el cabo, Desconectar el motor, para moverlo a proa y sacar la cola Sail-Drive para ver internamente los daños por el (¿?)mecánico de Volvo.
Se hace una lista de piezas y… El rotor helicoidal, muy dañado, y el engranaje inferior, no los hay en Nápoles, la central italiana, no los hay en la central de volvo en Europa y nos comunican que necesitarían tres días para localizar una pieza en alguna sucursal, dos días para que llegue a la central y dos días mas para llegar a Crotone.
Llamo a un conocido de la Taberna del Puerto, y me localiza el rotor en Barcelona y que lo puede tener en sus manos en Barcelona en un par de días después de recibir la transferencia del costo elevadísimo de la pieza, incluso superior al de los locos de Marine Part Europa. Luego está el traerla hasta Crotone.
En mi mesa de relojero aparecen tres sitios posibles donde hacer la reparación en serio y rápido, Brindisi en Italia (a 140 millas), Corfú en Grecia (a 163 millas) o La Valeta en Malta (a 230 millas). En las tres travesías hay donde poder fondear y salir a vela del fondeo a medio camino para descansar y las distancias son navegables si la “meteo” es adecuada
Pedimos las piezas que existen en Nápoles y… lo que deberían ser 24 horas se transforma en cinco días, pues una tormenta tremenda y sin avisar asola Nápoles, anegando las calles y cortando las comunicaciones. Al fin las piezas, pocas, llegan y en pocas horas esta todo montado y el barco sale al agua el sábado por la mañana.
Llevamos engranada la marcha avante para una emergencia, pero no arrancamos el motor. No hay necesidad, llevamos las baterías a tope y la central de paneles solares nos abastece nuestras necesidades.
Hemos tomado la decisión de ir a Corfú por varias razones. La primera la meteorología, que nos pilla de través tanto en el Golfo de Taranto, como en el cruce del Canal de Otranto.
Debemos esperar hasta casi las 11 de la mañana en que comienza el viento y llegamos a Santa María de Leuca, un fondeadero que conocemos de otras veces casi a la una de la madrugada, tardando casi dos horas en hacer las últimas tres millas.
A las 5 de la mañana empieza una brisa y hacemos un salto hasta las cercanías de la isla de Othonoi, al norte de Corfú, a una media envidiable, que se comienza a malograr cuando nos acercamos a la costa, hasta llegar a ser cero frente a Aikaterini.
Encendemos el motor y nos dirigimos hacia el pequeño puerto de Kasopeto, donde ya hemos estado otras veces. Muy muy despacio entramos en la dársena y al dar atrás, se vuelve a quedar enganchada la inversora.
Nos dejamos llevar por la brisa fuera del puerto y bajamos la auxiliar que amarramos al costado del barco y nos permite navegar a un nudo y medio angustiosos en dirección a Gouvia Marina, pero vemos que se nos está echando la noche encima y fondeamos en la Bahia de Kalami, donde tenemos la fortuna de cara y lo hacemos al lado de un barco de bandera española, que al día siguiente, de calma chicha, nos remolca hasta Gouvia, donde después de vencer las trabas administrativas, que contaré mas adelante, nos sacan el barco y desmontan todo en menos de una hora el personal de Volvo Tecnomarine.
Y de nuevo el problema de la falta de piezas y además muestro contacto en Barcelona está de Navegación y no puede hacer nada hasta dentro de una semana.
La suma de horas sin dormir, la tensión nerviosa, el calor y la falta de higiene de vivir en un varadero pueden conmigo y me desmorono en medio de la oficina de Gouvia Marina.
Es en ese momento como si los Hados se apiadaran de mi y todo se pone a soplar a favor. Primero la suerte de encontrar en el desguace una inversora idéntica con pocas horas perteneciente a un barco hundido por el temporal. Las piezas, si las pilla un listo, me las hubiera pasado como nuevas y esto va a suponer un recorte importante al presupuesto.
Ahora todo queda en manos de nuestro seguro Mapfre, que hasta hoy nunca nos ha defraudado. Aunque afortunadamente recurrimos poco a ellos siempre nos han atendido a la perfección y espero que esta vez lo vuelvan a hacer.
En un día se hace todo y al agua. Han pasado 14 dias, nuestras vacaciones transformadas en un sin vivir y nuestra economía quebrantada en gran manera, aunque al final hoy nos hemos dado nuestro primer chapuzón en aguas Griegas. Precisamente hoy que se cumplen años que Lola y yo decidimos seguir nuestra andadura juntos.
Hay mucho que pensar, mucho que analizar y un buen anecdotario que sumar a nuestras vivencias
En la toma de decisiones ha influido mucho mi forma de ser, en la que después de un análisis de las diferentes posibilidades y sus posibles consecuencias, se toma una decisión y no se dá marcha atrás.
Yo lo llamo la mesa del relojero. A mis hijos, a Lola y a algunos de mis amigos les saca de quicio, pero a mí me ha dado grandes resultados y no me veo ni en tiempo ni forma de cambiarlo. Y es una técnica sencilla y lógica. Como si fuera una mesa se pone delante de uno todas las piezas de conocimiento, de causa y efecto que conocemos sobre el tema a estudiar, y se hace un supuesto de pros y contras de cada decisión que se pueda tomar y se elige la que parece ser más adecuada a nuestros intereses. Con un poco de práctica se llegan a manejar gran número de variables y posibilidades y sobre todo da una idea de donde se van a encontrar los “puntos críticos” donde es posible que en ese punto se tenga que escoger sobre alguna alternativa. Si al final todo encaja y no quedan “piezas sueltas” se pone en marcha el “reloj”.
Esta vez todo empieza con un choque contra algo en el agua que no hemos visto y que resulta ser un amasijo de cabos de más de una pulgada, plásticos y redes, que lanzados a siete nudos a motor, han enganchado la hélice hasta para el motor, no sin antes haber hecho una escabechina en el interior de la inversora. Algo similar a lo que nos pasó en Turquía en el año 2009.
Sucede en la punta de Colone a unas cinco millas de Crotone y con aguas muy tranquilas, lo que me permite soltar los plásticos con mucha facilidad, pero a pesar de estar en punto muerto la hélice está bloqueada, y aunque el motor puede arrancar no se puede meter avante o atrás.
Conseguimos llegar a Crotone a Vela y amarrar al muelle de tránsito de La Liga Naval con ayuda de los marineros muy amables. Es sábado tarde y nada que hacer hasta el lunes. Empiezo a desmontar rezando porque sea la uñeta del mando de marchas, pero lo que me encuentro es el eje superior roto a la altura de la hendidura que fija la arandela de seguridad y el rotor helicoidal cogido.
El lunes al varadero y a sacar el barco con un camión grúa, desmontar hélice, que no tiene daños, solo desconchones en la pintura por el rozamiento con el cabo, Desconectar el motor, para moverlo a proa y sacar la cola Sail-Drive para ver internamente los daños por el (¿?)mecánico de Volvo.
Se hace una lista de piezas y… El rotor helicoidal, muy dañado, y el engranaje inferior, no los hay en Nápoles, la central italiana, no los hay en la central de volvo en Europa y nos comunican que necesitarían tres días para localizar una pieza en alguna sucursal, dos días para que llegue a la central y dos días mas para llegar a Crotone.
Llamo a un conocido de la Taberna del Puerto, y me localiza el rotor en Barcelona y que lo puede tener en sus manos en Barcelona en un par de días después de recibir la transferencia del costo elevadísimo de la pieza, incluso superior al de los locos de Marine Part Europa. Luego está el traerla hasta Crotone.
En mi mesa de relojero aparecen tres sitios posibles donde hacer la reparación en serio y rápido, Brindisi en Italia (a 140 millas), Corfú en Grecia (a 163 millas) o La Valeta en Malta (a 230 millas). En las tres travesías hay donde poder fondear y salir a vela del fondeo a medio camino para descansar y las distancias son navegables si la “meteo” es adecuada
Pedimos las piezas que existen en Nápoles y… lo que deberían ser 24 horas se transforma en cinco días, pues una tormenta tremenda y sin avisar asola Nápoles, anegando las calles y cortando las comunicaciones. Al fin las piezas, pocas, llegan y en pocas horas esta todo montado y el barco sale al agua el sábado por la mañana.
Llevamos engranada la marcha avante para una emergencia, pero no arrancamos el motor. No hay necesidad, llevamos las baterías a tope y la central de paneles solares nos abastece nuestras necesidades.
Hemos tomado la decisión de ir a Corfú por varias razones. La primera la meteorología, que nos pilla de través tanto en el Golfo de Taranto, como en el cruce del Canal de Otranto.
Debemos esperar hasta casi las 11 de la mañana en que comienza el viento y llegamos a Santa María de Leuca, un fondeadero que conocemos de otras veces casi a la una de la madrugada, tardando casi dos horas en hacer las últimas tres millas.
A las 5 de la mañana empieza una brisa y hacemos un salto hasta las cercanías de la isla de Othonoi, al norte de Corfú, a una media envidiable, que se comienza a malograr cuando nos acercamos a la costa, hasta llegar a ser cero frente a Aikaterini.
Encendemos el motor y nos dirigimos hacia el pequeño puerto de Kasopeto, donde ya hemos estado otras veces. Muy muy despacio entramos en la dársena y al dar atrás, se vuelve a quedar enganchada la inversora.
Nos dejamos llevar por la brisa fuera del puerto y bajamos la auxiliar que amarramos al costado del barco y nos permite navegar a un nudo y medio angustiosos en dirección a Gouvia Marina, pero vemos que se nos está echando la noche encima y fondeamos en la Bahia de Kalami, donde tenemos la fortuna de cara y lo hacemos al lado de un barco de bandera española, que al día siguiente, de calma chicha, nos remolca hasta Gouvia, donde después de vencer las trabas administrativas, que contaré mas adelante, nos sacan el barco y desmontan todo en menos de una hora el personal de Volvo Tecnomarine.
Y de nuevo el problema de la falta de piezas y además muestro contacto en Barcelona está de Navegación y no puede hacer nada hasta dentro de una semana.
La suma de horas sin dormir, la tensión nerviosa, el calor y la falta de higiene de vivir en un varadero pueden conmigo y me desmorono en medio de la oficina de Gouvia Marina.
Es en ese momento como si los Hados se apiadaran de mi y todo se pone a soplar a favor. Primero la suerte de encontrar en el desguace una inversora idéntica con pocas horas perteneciente a un barco hundido por el temporal. Las piezas, si las pilla un listo, me las hubiera pasado como nuevas y esto va a suponer un recorte importante al presupuesto.
Ahora todo queda en manos de nuestro seguro Mapfre, que hasta hoy nunca nos ha defraudado. Aunque afortunadamente recurrimos poco a ellos siempre nos han atendido a la perfección y espero que esta vez lo vuelvan a hacer.
En un día se hace todo y al agua. Han pasado 14 dias, nuestras vacaciones transformadas en un sin vivir y nuestra economía quebrantada en gran manera, aunque al final hoy nos hemos dado nuestro primer chapuzón en aguas Griegas. Precisamente hoy que se cumplen años que Lola y yo decidimos seguir nuestra andadura juntos.