Al comenzar a teclear esta entrada me invade una sensación de hastío. No se si llegaré a darle al botón de publicar al pensar que no se transmitir por escrito mis pensamientos, de que a nadie le importa un "salao rábano" lo que yo siento.
Y es que, esta vez, el tema que quiero abordar, que me obsesiona, camina en un difícil equilibrio de no perder la perspectiva y caer en extremismos, siendo el tema de extremos, de no caer en exageraciones siendo el tema exagerado.
Las fotos están extraídas al azar de Internet
Todo empieza con una narración.
Un día de navegación de altura, en el Jónico, y al caer la tarde y a mas de cincuenta millas de la costa, una señal en el radar nos marca un par de objetos a menos de cinco millas en nuestra derrota.
Prismáticos y lo que en principio parece una zodiac de buen tamaño, se va perfilando como una lo que parece una patera de inmigrantes clandestinos que nos hace señas.
Y aunque el primer instinto es el de acercarnos a prestar ayuda, vienen a mi mente todas las precauciones que siempre se dice que hay que tomar. Son casi 20 personas y nosotros solo 2
Así que me mantengo separado y una llamada de "Securité" por el canal 16 dando la posición, a lo que me responde un carguero que está a 30 millas que a su vez dice haber contactado con las autoridades costeras para comunicarles el avistamiento.
La recomendación es que ni se me ocurra acercarme, que si me es posible, permanezca en las cercanías pero que ni los remolque ni que bajo ningún concepto permita que se me acerquen.
Escucho las voces, los gritos de los que solo entiendo las palabras "Help" y "Water" Ayuda y Agua.
Mas ayuda no debo prestarles que su localización, y agua, aunque hay a bordo mas de 300 litros, no llevo botellas pues el barco lleva una depuradora y utilizamos la de los depósitos. Tan solo tres botellas de dos litros, cuatro "brics" de zumo de frutas .
Ponemos todo en bolsa de plástico y añadimos toda la fruta que nos queda en el barco. Lo atamos todo a una defensa y al extremo de una linea de pesca de atunes.
Descolgamos el artilugio por la popa y soltamos mas de cien metros de cabo y hacemos un giro de 360 grados en torno a la patera, hasta que vemos que el paquete llega a su destino en cuyo momento notamos que tiran desesperadamente del hilo tratando de acercarse. Cortamos el hilo y nos separamos a mas de una milla, pero esto nos lleva hasta un segundo punto en el radar que no identificamos.
Es casi de noche y la luna está tapada por unos nubarrones bastante negros, típicos de las tormentas de Agosto.
Nos separamos a mas distancia . No se ve otra señal en casi 16 millas, solo una mancha que indica que ha comenzado a llover y la lluvia viene en nuestra dirección. Se ven algunos relámpagos.
Poco después estamos metidos en un fregado de vientos de mas de treinta nudos, gotas de agua helada de gran tamaño. una bajada de temperatura de casi 10 grados de golpe y falta total de visibilidad. Nuestros trajes de agua oceánicos son apenas suficientes para protegernos de la sensación de frío. La tormenta dura como una hora y ha casi llenado de agua la auxiliar que va en la proa del barco.
Cuando comienza a amanecer damos vueltas por la posición donde estábamos dando vueltas al inicio de la noche sin encontrar ningún rastro, ni señal en el radar. Hago conjeturas sobre donde han podido derivar durante la tormenta y busco por ese lado. No hay señales en la pantalla ni nadie responde a nuestra llamada por la emisora.
Agotados tras mas de doce horas de tensión seguimos nuestra ruta. Nos saltan las lágrimas, no nos salen las palabras. Que diferente es todo viviéndolo en directo.
Cientos de miles de personas, quizas sean ya varios millones, están tratando desesperadamente de entrar en los denominados países ricos. No es ya solo un humano deseo de mejorar sus condiciones de vida, como hicieron muchos de nuestros antepasados, sino que son personas que huyen de una existencia donde la vida no tiene ningún valor, por hambrunas, guerras o persecuciones. donde el color de la piel, la religión o la forma de pensar se utiliza como escusa para desatar todo tipo de tropelías.
Y ya no son "pobrecitos negritos de pelo rizado" como en aquellas huchas del DOMUN para los que se daba limosnas, sino que se trata de ciudadanos de países con niveles de cultura altos y muy altos. Médicos, Ingenieros, Arquitectos, profesionales de todo tipo, que hasta hace poco vivían como nosotros.
Ha comenzado el éxodo y el problema está a nuestras puertas. Se barajan cifras y soluciones. Darles acogida o negársela. Pero se oculta entrar en el fondo de la cuestión. Cualquier solución, tanto de tratar de integrar en nuestro sistema la inmigración, como apostar por el crecimiento de los paises de origen tiene un costo económico muy elevado, un costo que si está calculado los políticos no quieren transmitir a la ciudadanía.
Y ese costo ha de salir de nuestros bolsillos, con la consiguiente pérdida de nuestro actual estatus de bienestar, de la reducción de nuestras prestaciones de salud, educación, infraestructuras, etc. Se intuye que el costo es superior a aplicar un segundo IVA a todo, con lo que una se provocará una caída del consumo, deterioro de las economías y todo ello en una espiral difícilmente parable.
Al menos una generación por las buenas o por las malas ha de asumir el re-establecer el equilibrio.
La otra alternativa es disparar a matar a todo el que trate de acercarse a la frontera de nuestro "idilico paraiso".
El autor del relato ha apretado el gatillo
Y nosotros que haremos?
Y es que, esta vez, el tema que quiero abordar, que me obsesiona, camina en un difícil equilibrio de no perder la perspectiva y caer en extremismos, siendo el tema de extremos, de no caer en exageraciones siendo el tema exagerado.
Las fotos están extraídas al azar de Internet
Todo empieza con una narración.
Un día de navegación de altura, en el Jónico, y al caer la tarde y a mas de cincuenta millas de la costa, una señal en el radar nos marca un par de objetos a menos de cinco millas en nuestra derrota.
Prismáticos y lo que en principio parece una zodiac de buen tamaño, se va perfilando como una lo que parece una patera de inmigrantes clandestinos que nos hace señas.
Y aunque el primer instinto es el de acercarnos a prestar ayuda, vienen a mi mente todas las precauciones que siempre se dice que hay que tomar. Son casi 20 personas y nosotros solo 2
Así que me mantengo separado y una llamada de "Securité" por el canal 16 dando la posición, a lo que me responde un carguero que está a 30 millas que a su vez dice haber contactado con las autoridades costeras para comunicarles el avistamiento.
La recomendación es que ni se me ocurra acercarme, que si me es posible, permanezca en las cercanías pero que ni los remolque ni que bajo ningún concepto permita que se me acerquen.
Escucho las voces, los gritos de los que solo entiendo las palabras "Help" y "Water" Ayuda y Agua.
Mas ayuda no debo prestarles que su localización, y agua, aunque hay a bordo mas de 300 litros, no llevo botellas pues el barco lleva una depuradora y utilizamos la de los depósitos. Tan solo tres botellas de dos litros, cuatro "brics" de zumo de frutas .
Ponemos todo en bolsa de plástico y añadimos toda la fruta que nos queda en el barco. Lo atamos todo a una defensa y al extremo de una linea de pesca de atunes.
Descolgamos el artilugio por la popa y soltamos mas de cien metros de cabo y hacemos un giro de 360 grados en torno a la patera, hasta que vemos que el paquete llega a su destino en cuyo momento notamos que tiran desesperadamente del hilo tratando de acercarse. Cortamos el hilo y nos separamos a mas de una milla, pero esto nos lleva hasta un segundo punto en el radar que no identificamos.
Es casi de noche y la luna está tapada por unos nubarrones bastante negros, típicos de las tormentas de Agosto.
Nos separamos a mas distancia . No se ve otra señal en casi 16 millas, solo una mancha que indica que ha comenzado a llover y la lluvia viene en nuestra dirección. Se ven algunos relámpagos.
Poco después estamos metidos en un fregado de vientos de mas de treinta nudos, gotas de agua helada de gran tamaño. una bajada de temperatura de casi 10 grados de golpe y falta total de visibilidad. Nuestros trajes de agua oceánicos son apenas suficientes para protegernos de la sensación de frío. La tormenta dura como una hora y ha casi llenado de agua la auxiliar que va en la proa del barco.
Cuando comienza a amanecer damos vueltas por la posición donde estábamos dando vueltas al inicio de la noche sin encontrar ningún rastro, ni señal en el radar. Hago conjeturas sobre donde han podido derivar durante la tormenta y busco por ese lado. No hay señales en la pantalla ni nadie responde a nuestra llamada por la emisora.
Agotados tras mas de doce horas de tensión seguimos nuestra ruta. Nos saltan las lágrimas, no nos salen las palabras. Que diferente es todo viviéndolo en directo.
Cientos de miles de personas, quizas sean ya varios millones, están tratando desesperadamente de entrar en los denominados países ricos. No es ya solo un humano deseo de mejorar sus condiciones de vida, como hicieron muchos de nuestros antepasados, sino que son personas que huyen de una existencia donde la vida no tiene ningún valor, por hambrunas, guerras o persecuciones. donde el color de la piel, la religión o la forma de pensar se utiliza como escusa para desatar todo tipo de tropelías.
Y ya no son "pobrecitos negritos de pelo rizado" como en aquellas huchas del DOMUN para los que se daba limosnas, sino que se trata de ciudadanos de países con niveles de cultura altos y muy altos. Médicos, Ingenieros, Arquitectos, profesionales de todo tipo, que hasta hace poco vivían como nosotros.
Ha comenzado el éxodo y el problema está a nuestras puertas. Se barajan cifras y soluciones. Darles acogida o negársela. Pero se oculta entrar en el fondo de la cuestión. Cualquier solución, tanto de tratar de integrar en nuestro sistema la inmigración, como apostar por el crecimiento de los paises de origen tiene un costo económico muy elevado, un costo que si está calculado los políticos no quieren transmitir a la ciudadanía.
Y ese costo ha de salir de nuestros bolsillos, con la consiguiente pérdida de nuestro actual estatus de bienestar, de la reducción de nuestras prestaciones de salud, educación, infraestructuras, etc. Se intuye que el costo es superior a aplicar un segundo IVA a todo, con lo que una se provocará una caída del consumo, deterioro de las economías y todo ello en una espiral difícilmente parable.
Al menos una generación por las buenas o por las malas ha de asumir el re-establecer el equilibrio.
La otra alternativa es disparar a matar a todo el que trate de acercarse a la frontera de nuestro "idilico paraiso".
El autor del relato ha apretado el gatillo
Y nosotros que haremos?