Son las ocho de la tarde. La alarma que ha saltado es la de pérdida de carga del alternador. Con viento en calma y de noche, de nada me van a servir generadores eólicos ni fotovoltaicos.
Fondear y en medio de ningún sitio es una locura. Sacamos la Vela Mayor y caminamos a medio nudo, separándonos de la playa.
Hay que hacer estudio de la situación con calma.
Estamos a 35 millas de un puerto que se llama Rocella Ionica hacia el Este o a 25 de Regio Calabria, desandando el camino y metiéndonos en las corrientes de Mesina. El Imray dice de este puerto que tiene de todo un poco.
La avería, no impide el giro del motor, pero no se (ahora ya si) cual es el cable que anula la alarma.
Nos quedan seis horas de motor y pitidos de noche y en una costa desconocida, para llegar a un puerto donde conectarnos a la electricidad de tierra y salvar nuestro congelador, lleno de comida, y que vá hasta los topes.
En condiciones normales la carga durante el día es suficiente para pasar la noche, pero al llevar el motor encendido apagamos el resto de cargadores, y cuando ha sonado la alarma, las baterías estaban al 70 %.
Con todo apagado excepto luces de navegación y congelador, nos dirigimos a Rocella Ionica, donde el mencionado derrotero dice que la entrada está llenándose de tierra y hay que hacer una extraña maniobra para entrar por un canal que no está balizado. Éramos pocos y parió la abuela.
A las tres de la noche y con el alma en un vilo entramos en el puerto con fondos que marcaron 2,3 metros.
El puerto está a rebosar, nadie sale a decir nada y solo hay una contestación en la radio, a mi llamada “Capitan Teach, identifíquese”.
Nos amarramos en el único sitio posible. Un “finguer” partido por la proa y un través a otro barco.
Nadie está conectado a la electricidad, Sencillamente no la hay. Ni agua, ni marineros ni nada. Otro puerto abandonado.
Decidimos dormir dos horas, para que se haga de día y seguir. Crotone, el siguiente puerto está a 65 millas hacia el NE.
Con la llegada del día las placas solares hacen su trabajo y consiguen mantener e incluso recargar las baterías.
Un mar liso como un plato nos hace avanzar rápido y llegamos a Crotone a las cuatro de una tarde de un calor terrible.
Al llegar al muelle empieza el espectáculo. Solo hay dos barcos amarrados y a cada lado hay un marino que nos hace señas, cada uno tratando de llamarnos a su atraque. Optamos por el primero al que vimos y amarramos y conectamos la corriente. ¡Hemos salvado las angulas!. Fuera en tierra hay una discusión entre los marineros.
Ahora viene lo de encontrar un electricista y… Mira que suerte que el único “Electroauto” de todo Crotone está conectando un “motorino” al barco de al lado.
Desmonta el alternador, se lo lleva y me dice simplemente que lo traerá reparado o uno que funcione, pero que me olvide de VOLVO, que eso es para señoritingos y que esto es un puerto pesquero. Son las seis de la tarde.
¡A las 11 de la noche! aparece con un alternador reciclado que ha tenido que mecanizar con partes del original y me pide por favor que si lo puede instalar por la mañana, que está muy cansado.
Yo me voy a la cama pensando que estoy soñando despierto.
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