Volvemos de nuevo a “Volos”, acompañados de nuestros buenos
amigos del “Hobbyt IV”, un magnífico “Hanse 575”, Jose Luis y Mª Eugenia y de
nuevo nos lanzamos a la carretera, esta vez a recorrer las laderas del “Monte
Pelion”.
Con un sol radiante iniciamos el ascenso por una retorcida
carretera que se adentra en un dédalo de pueblos y bosques, donde
constantemente se mezcla esa dualidad entre la naturaleza y lo humano, tan bien
reflejada por el mitológico ser, mitad un equino, mitad un humano, que son los
centauros. Nacidos de la unión entre “Ixión”, un rey lapita, y las nubes
personificadas por “Hera”, encapsulando la lucha entre el orden civilizado y la
bestialidad salvaje, y que a menudo se ven envueltos en conflictos con humanos y
otros seres mitológicos, destacando su naturaleza indómita y, en ocasiones,
violenta. Su presencia en los mitos disminuye con el tiempo, y en la literatura
y el arte posteriores, se diluyen en la oscuridad del olvido, tal como está
sucediendo en nuestro olvido de nuestra íntima relación con la naturaleza
primitiva.
Debe ser por eso que, a pesar de mi amor y afición al mar, cada vez que penetro
en una zona de bosque, de naturaleza dejada ser ella misma, algo se despierta
dentro de mí y me siento muy cercano a pensar en una vuelta al hogar, me vuelvo
un poco druida y encuentro una gran paz junto a los grandes árboles, casi puedo
escuchar los sabios consejos de Quirón sentirme escuchando sus consejos junto a
héroes como “Asclepio”, “Aquiles”, “Teseo”, “Castor y Pólux”, “Eneas”, “Jasón”
y una larga lista.
En este avanzar por los caminos del “Monte Pelion”, vamos
encontrando una serie de aldeas que nada tienen que ver con la mayoría de las
formas y colores que encontramos en la costa. Son edificaciones de montaña casi
desde las afueras de “Volos”, a nivel del mar, hasta llegar a las pistas de esquí
de las estaciones invernales de la cima. Son casas en que la cerámica se cambia
por la piedra y los tejados abandonan las tejas para hacerse de pizarra.
Casas colgadas a veces de formas imposibles en torno a
alguna plaza, centro de la comunidad, que normalmente tiene unas vistas increíbles
del “Golfo Pagasético”, a los que se llega por estrechos caminos de piedra,
ricamente adornada por plantas y musgos de todo tipo.
La primera parada la hacemos en “Portaria”, a unos 11 km de “Volos”
y tras recorrer algunas de sus calles nos acercamos al lugar donde la leyenda
de los centauros cobraba
vida, en el "Centaurs Path”, un camino que te conduce desde un arco de
piedra en su entrada a lo largo de una quebrada, con aguas cristalinas y
pequeños puentes de madera que llegan hasta la cascada de “Karavo”. Mientras
paseaba por este sendero antiguo, me imaginaba a “Quirón”, el sabio centauro,
caminando entre los árboles frondosos. La conexión con la mitología era
palpable, y cada rincón parecía contar una historia de la antigüedad.
De ahí a la cercana “Makrinitsa” un pueblo montañoso que
parecía haber emergido de las propias historias de los dioses. Las casas de
piedra se alzaban contra el cielo, recordándonos la conexión entre la
arquitectura local y las tradiciones ancestrales.
En el corazón del pueblo, la
iglesia de “Saint John Prodromos”, con sus frescos centenarios y con sus
relieves de mármol, así como una fuente con cuatro cabezas de león y un enorme
plátano de sombra hueco a su lado, en el que puedes entrar y sentir que estás
siendo transportado a otro mundo, buen lugar para hacernos una foto con nuestro
acompañante de cuatro patas.
El estrecho callejón detrás de la capilla te lleva
al “Kefenio tou Theofilou”, un café que no requiere ninguna decoración
adicional, ya que posee un enorme mural del legendario pintor popular “Theophilos”,
quien vivió en “Pelión” y dejó sus huellas artísticas en casas, cafés y
dondequiera que haya tenido la oportunidad de expresarse en el lenguaje del
arte.
Una serpenteante carretera nos lleva hasta “Tsagarada””
donde nos da la hora de comer. Un restaurante escondido y con una terraza muy
pequeña, escogido al azar entre tres opciones posibles, nos depara una comida que,
por lo inesperada, resulta magnífica. Responde sin duda a la fama turística que
tiene la región de “Pelion” (Tesalia). Aunque estamos fuera de temporada para
comer para comer alguna de las verduras típicas de “Pelion” como las verduras,
probamos el “Gastzofai”, Un embutido que a modo de una larga salchicha está
compuesto de una mezcla de ternera, cabra y cerdo, - y en algunas variedades
con carne de búfalo- cocinadas con pimientos y salsa de tomate al que se añaden
según la temporada puerros, cebollas zanahorias, berenjenas o pimientos. También
probamos una ternera con membrillo y ¡castañas en pleno verano!
Y para dormitar un poco la siesta, caminamos hacia la plaza
de “Agia Paraskevi” para tomar un café bajo la imponente de un árbol milenario,
el “Platano Plane” que con sus ramas de más de 15 metros que tienen que ser
apoyadas en unas pilastras de piedra, y cuyas raíces salen fuera de la plaza y
asoman en unas fuentes de mármol. El árbol soporta estoicamente a los turistas
que se pasean por sus ramas.
Desde aquí, cansados, nos separamos de nuestros compañeros
de viaje que han decidido bajar hasta la playa de “Mylopotamos” y nosotros nos
dirigimos hacia “Volos”, pero no queremos dejar de darle un vistazo a algo que
se nos ha escapado en varias ocasiones. Me refiero al “Mountzouris”. Un pequeño tren que unía el puerto de “Volos” con algunos
de los pueblos de la ladera de “Pelion”, para dar salida comercial a sus
productos.
He de aclarar que siempre he sido un amante de los trenes antiguos, de las
máquinas de carbón, quizás por el recuerdo de aquellos viajes en los años 50
del siglo pasado en que viajar de “Madrid a Oviedo” era una aventura, en la que
incluso se hacía trasbordo de tren en “Busdongo (León)”, ya que no existían las
máquinas de gasoil y las “Rampas del Pajares” no estaban electrificadas. He
tenido y he trabajado en maquetas de tren toda mi vida y aun lo hago construyendo
maquetas en papel de piezas históricas. Mi casa está decorada con un expositor
de una colección de máquinas y vagones de tren en escala N, más de 100 piezas.
El mencionado ferrocarril, con un ancho de vía minúsculo de 600 mm contra los
1435 de una vía estándar, construido a principios del siglo XX quedó abandonado
durante casi 25 años, hasta que no hace demasiado se ha puesto en funcionamiento.
Diseñado por el ingeniero “Evaristo de Chirico”, -padre de “Giorgio de Chirico”,
creador de la Pintura metafísica y en el cual se inspiró mi admirado “Salvador
Dalí”-, el trazado recorría un total de 29 Km de los cuales ha desaparecido el
tramo desde “Volos” hasta “Ano Lehonia” y solo quedan los 16 km hasta “Milies”,
y que es el tramo que se ha vuelto a poner en funcionamiento.
Casi destruido por
la resistencia griega para que no pudieran ser utilizados por los nazis, (lo
que provoco grandes matanzas, como la de los 115 ejecutados en “Drakeia” el
15-12-1943, y que cada año se recuerda con la presencia del Presidente de
Grecia), atraviesa cinco puentes de piedra y uno metálico que tiene una peculiaridad,
que es la de que, teniendo un diseño recto, el trazado de la via lo hace en una
curva. Se trata del original “Puente de Chirino”.
El viaje recuerda
mucho al del “Tren de Soller” en la isla de “Mallorca”, con unos vagones,
réplicas de los originales, unos de asiento corrido y otros sin ventanas. Todo
ello remolcado por una pequeña máquina de vapor, que a una velocidad máxima de
25 km/h recorre unos parajes de montaña indescriptibles, pasando por las
estaciones de “Agios Athanasios”, “Agios Triada”, “Ano Gaztea” y “Pinakates”
Al llegar a la coqueta y cuidada estación de “Milies”, donde se conserva la via
de maniobra, los empleados del pequeño tren, desenganchan la máquina, la
conducen a una plataforma giratoria y a mano le dan la vuelta, para ir a tirar
de los vagones en su regreso a “Ano Lehonia”.
Conseguir un billete
para hacer el viaje, se ha transformado en una misión imposible, ya que una empresa
de turismo los tiene todos acaparados para las excursiones de otra de las
plagas de Grecia. Los grandes barcos de Crucero, así que tanto fechas como horarios
están más sujetos a ellos que a un eventual viajero y además acompañado de un
perro.
De vuelta a nuestro
barco recorremos la carretera de la costa hasta el puerto de “Volos”, tras un
día muy completo y que bien hubiera merecido más días, así que no descartamos
volver una tercera vez a “Pelion”