Después de una tranquila noche fondeados, salimos con la auxiliar a dar una vuelta por el pueblo, cuidado y dedicado a la caza del turista. Samos es parada obligada de casi todos los que hacen Chárter náutico en Turquía por el aquel de haber estado en Grecia.
El puerto está lleno pero se vacía rápidamente cuando llegamos. Las buganvilias por todos lados y de todos los colores cruzan las calles, pero no llegan a las de Naplios, el contraste del añil y el blanco y la luz mágica de sus iglesias son las imágenes que van pasando a nuestro recuerdo en una ciudad tranquila.
Al volver a puerto vemos muchos barcos entrando y son poco más de las 10 de la mañana, lo que nos sorprende. Ojeo la "meteo" y viene una situación de vientos del Sur Oeste muy fuertes y para varios días. En la isla hay otro puerto en la capital y decidimos ir allí, pensando que al estar en el norte estaremos mucho más protegidos, para dejar el barco un par de días y visitar la Isla.
A la salida de la ensenada donde estábamos fondeados nos tropezamos con un remolcador que a duras penas podía controlar una plataforma con una grúa. El viento sobre la estructura tiraba casi tanto como el remolcador, con lo que venían navegando de costado y ocupando toda la bocana.
Por la emisora coordinamos nuestros movimientos y no pasó nada.
La navegación a vela por toda la costa de esta isla es una delicia. Vientos por la aleta y el través de 20 a 25 nudos con el mar como una balsa de aceite y cruzando el estrecho de Samos, procurando no pisar la línea de separación con Turquía.
El viento arrecia a medida que llegamos al norte. Efectivamente al atravesar las islas en el lado de sotavento se acelera el viento por el efecto catabatico, aumentando un punto o dos de fuerza. Lo que sucede es que no se levanta tanto la ola. El viento es cuestión de amarras, pero la ola te puede hacer imposible amarrar
Al llegar al puerto de Vathi-Samos nos encontramos con la sorpresa de que está completamente vacío. Hay más de un kilometro de muelle y ningún barco. El viento entra por el través y no hay nadie para ayudar. El primer intento deja el fondo solo 20 metros de cadena, que a mí se me hacen poco para lo que sopla y puede soplar. Un segundo intento y ponemos cincuenta metros en el agua y el barco amarrado al muelle ¡¡que sobresale menos de 15 cm del agua!! Y es por lo que no nos hemos podido abarloar a pesar de tener todo el muelle para nosotros.
Viene un coche patrulla de la guardia costera y me dice que estamos bien, que no hay problema, pero que quiere enseñarme otros dos sitios más donde amarrar por si sube el viento, que ellos tienen previsión de NW-5/6 para la noche .
Me llevan a ver los sitios en la patrullera hasta el exterior de un muelle de barcas locales y en un nuevo puerto que acaban de terminar hace un par de meses, con muelles más altos y en el otro lado de la bahía.
Ante una tan sutil recomendación decidimos cambiar el barco a la primera de las posibilidades, pues el puerto nuevo está en mitad de ningún sitio. Nos abarloamos con largos de proa y popa y esprines a la cornamusa central. Se queda el barco trabajando sobre el esprín, pero sin darnos cuenta el largo de proa no está trabajando. Cuando comienza a soplar en serio, la poca distancia que hay hasta la costa (unos doscientos metros) es suficiente para levantar una ola de treinta centímetros que al estar el barco sujeto por el centro lo hace oscilar de proa a popa. Estamos muy incómodos hasta que coloco un través por la proa y el barco deja de saltar.
Los generadores eólicos están trabajando a tope, las baterías al 100 % y cenamos con todas las luces y vemos una película en la TV sin ningún remordimiento de conciencia por el consumo.