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jueves

22-06-2017 Incidente en Aegina

No lamento mucho ser una persona tan poco estable en mis apreciaciones y opiniones. Se que son mas cómodas de entender y de atender las personas que siempre presentan las mismas reacciones a las mismas cosas. Y no lo lamento porque creo que ello es el síntoma mas claro -que yo puedo detectar- de que aún estoy completamente vivo.

Cuando conozco algo o a alguien es como si abriera una ficha de ese algo o alguien sobre la que voy volcando la información y las sensaciones que me causa y en base a ello saco las conclusiones.

Cada vez que vuelvo a reencontrar o encontrar nueva información saco la ficha y extiendo su contenido ante mi, como si de una mesa de relojero se tratase, y añado o sustituyo la nueva información. Al montar de nuevo la ficha las conclusiones pueden variar y creo firmemente que lo que si hacen es irse puliendo y perfeccionando, con el resultado inquietante para muchos de que donde ayer dije Diego hoy digo digo.

Un ejemplo de esta forma de pensar y sentir es mi apreciación sobre el puerto de la Isla de Aegina, que ha ido pasando de mis preferidas a una posición tal en que si puedo la evito.

Pero en esas conclusiones de sentimientos no se pierden las apreciaciones de las partes positivas y hoy por hoy aún vuelvo a Aegina, aún a riesgo de toparme con algo o alguien indeseable.


Así que desde Salamina navegamos hasta Aegina y entramos a puerto sobre las 12 de la mañana cuando aun queda algún atraque libre.

Maniobra perfecta, ancla abajo, cincuenta metros de cadena en seis metros de agua, en previsión de los sucesivos enganches a que nos someterán los charteristas novatos en su primer atraque tras salir de Atenas, y dos cabos a popa que recogen unos amigos de La Taberna del Puerto que nos han visto entrar.

Pero de repente y ante la general extrañeza nuestra y de nuestros amigos en tierra el patrón del barco por babor sale gritando como un energúmeno indicando uno de sus candeleros y diciendo que se lo hemos doblado ¿¿¿¿

Yo, que aún no he visto su matricula de Gibraltar, le digo que un momento, que voy a terminar de amarrar mi barco y que luego le atiendo y que tranquilo que tengo un seguro. El hijo de la gran bretaña salta de su barco al muelle y se aleja corriendo y vuelve acompañado de la autoridad portuaria, dos de las hermosas policías que han poblado los puertos de Grecia, lo que es muy de agradecer a la vista, pero muy verdes en cuanto a cual y como es su cometido.

El inglés erre que erre en lo suyo y yo que digo que es imposible que nada de mi barco haya tocado al suyo, pero que no quiero discutir y que le proporcionaré los datos del seguro y que decidan los peritos, solución que no gusta al inglés que pretende que yo le dé dinero para un nuevo candelero.

Las policias toman nota de los datos de los barcos y nos citan para dentro de media hora en las oficinas con toda la documentación del barco.

La oficina de la policía es una primera planta a la que se accede por una estrecha puerta  y una muy empinada escalera que da a una serie de despachos y mesas revueltas, sofás en pasillos, máquinas de escribir y ese aire que le suponíamos a la oficina siniestra de la Codorniz, atenuado todo por el pulular de las esbeltas figuras de las jóvenes policías.


Y empieza el baile de los idiomas. El inglés lleva a un llanito que chapurrea español, a mi me acompaña un portugués que dice hablar griego, por mi parte yo hablo en francés con la que parece que es la jefa de la oficina. Hay que hacer un atestado con nuestras declaraciones en griego, traducir nuestros certificados de seguro e incorporarlo todo a un modelo de denuncia que nadie tiene muy claro  cual es.

Hay que esperar al jefe, que aparece con su mostacho, y que salvo el buen gusto demostrado en la elección de subalternos, poco o nada añade al trámite.

El Inglés ha bajado la cotización del candelero de 500 € a 150 € y yo le digo que mi seguro se llevará una gran alegría con su cotización a la baja.

Tras dos horas de idas y vueltas todos nos hemos hecho amigos y el jefe decide que ante la buena disposición, nos deja volver al barco ( ¿estábamos detenidos?) pero que debemos volver al día siguiente y que no movamos los barcos al menos en dos días.

El británico individuo está hecho polvo pues su jugada de hacer caja no solo le ha salido rana, sino que además le ha fastidiado sus planes de viaje, ya que se iba esta mañana .

Yo preparo una carta al seguro, incluyendo la maniobra y las fotos y se me ocurre hacer una copia con una traducción vía google al inglés y al griego, que aportaré al día siguiente en la Capitanía.

Han encontrado la solución y han escrito un parte que mas o menos dice que cuando han llegado las fuerzas del orden todo había sucedido y que no pueden corroborar ninguna de las versiones, que los barcos están en orden de papeles y que no hay victimas ni heridos ni terceras personas afectadas.

Nos lo traducen al Ingles y ya en plan de camaradas, les comento que lo voy a aceptar sin traducción al español, pero que se vallan acostumbrando a pensar que hay mas personas en el mundo que hablan castellano que inglés. Al llanito le comento que debe decidirse si habla lo uno o lo otro y me quedo con las ganas de reivindicar lo de Gibraltar español.

El caso es que visto que hay "consenso" nos citan a las 12 del día siguiente para darnos una copia del escrito, que previa firma de un documento en griego que no nos traducen ( y que ni se nos ocurre ni preguntar que dice, so pena de continuar en Aegina otra semana)  nos deja libres para continuar nuestras singladuras.

Por la noche descorchamos alguna de nuestras botellas de vino español en compañía de una dotación de las fuerzas del orden, de las que no voy a poner fotos a petición propia, pues no quieren manchar sus hojas de servicio con la confraternización con los reos (sic)



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