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lunes

01-08-2011.- ROBERTO

Durante los días 1 al 22 de agosto tenemos el barco lleno de invitados, con los dos camarotes al completo casi todos los días y esto para nosotros supone una novedad, ya que nunca hemos tenido cuatro personas con nosotros.

Además de todos los que vienen no hay ninguno que tenga experiencia de navegación y como las previsiones meteorológicas para agosto en el área de la cicladas es de vientos muy fuertes, decidimos quedarnos a vaguear por la zona del Argosarónico, que acabamos de recorrer.

Nuestro miedo resultó infundado. Hemos pasado los días mas fenomenales de los últimos tiempos, ya que todos, sin excepción, han sido magníficos compañeros de viaje, se han integrado a la perfección con nosotros y con sus compañeros de travesía y el ambiente a bordo ha sido de lo mas agradable que recuerdo.
Nuestro mas madrugador de esta etapa ha sido Roberto, que nos ha localizado por una web de viajes aventura (¡¡) en la que alguien ha escrito sobre nosotros. De ahí al blog y ...

Roberto es de esas personas de las que te quedas con ganas de conocer mas a fondo y de las que siempre me gustaría llevar en el barco. Pero siguiendo nuestra costumbre dejemos que sea él el que nos cuente sus impresiones.

Cuando Alberto me pide que cuente mis impresiones sobre los días a bordo tengo dificultades en ponerme a teclear porque lo primero que me aborda son montones de imágenes que me vienen a la cabeza sin orden y no sé por dónde empezar. Contar el recorrido que seguimos, el nombre de las islas, las calas, los puertos, los fondeos…resultaría tedioso por mi parte. Poros, Hidra, Spetses, Ermioni, Porto Heli, Nauplia…Todo eso se lo dejo a Alberto, que hace unas amenas descripciones en cada post de este blog. Prefiero compartir algunas imágenes que han quedado en mi memoria. Seguro que dan una idea más acertada de cómo viví esta experiencia.
Lo primero que recuerdo es aire bohemio de Alberto con su sombrero de paja y la sonrisa de Lola cuando nos encontramos en el puerto de Egina. Unas horas después de aterrizar en Atenas ya estamos fondeados en una preciosa cala con las aletas, las gafas y el tubo puestos. Después nos esperaba una fantástica comida preparada por Lola y navegación a vela al atardecer. Y era sólo el primer día.
Recuerdo salir una mañana por la bocana de Zea Marina, en el Pireo,  a mar abierto y soltar la mayor. Recuerdo ver cómo ésta comienza a recoger el viento e hincharse, miro el horizonte despejado y lleno de luz y siento en ese momento que sólo por esta imagen ha merecido la pena venir hasta aquí.
Recuerdo como fondeados cerca del cabo Sunion nos ponemos a comer sabe Dios qué delicioso plato preparado por Lola mientras a nuestro alrededor cae un chaparrón y tratamos entre risas que la comida no se acabe mojando.
Recuerdo los ratos pasados sentados en la proa con los pies sobre al ancla mientras navegamos y dejo que la brisa me acaricie y el paisaje que nos rodea y que atravesamos vaya penetrando dentro de mí.
Recuerdo las montañas del Peloponeso desde el mar; y el cielo estrellado y el agua en calma por las noches cuando todos están en sus camarotes y se oye solo el silencio; y el refrescante primer baño a primera hora de la mañana; y pasar junto a islotes cuyo nombre no conozco ni me importa mientras nos tomamos un magnífico aperitivo.
Recuerdo asombrarme al comprobar que la zodiac también tiene ancla y ver a través de mis gafas como Alberto recoge erizos sumergido con la agilidad de un pescador de esponjas.  
Recuerdo no poder parar de reírme por las tonterías que Oscar y yo nos decimos en el salón mientras recogemos los platos de la cena y arriba, en la bañera, Lola, Alberto y Montse no entienden nada de lo que está pasando abajo.
Recuerdo lo que me costó hacer bien un ballestrinque, el más sencillo de los nudos, y mi frustración por no haber aprendido a hacer el as de guía. Alberto, siento que tus esfuerzos en el mundo de los nudos haya sido en vano. Al menos hemos aprendido otras cosas, por ejemplo, los metros de ancla y cadena necesarios en un fondeo o la colocación de las defensas al atracar en puerto. Ahora ya sé que cazar un cabo es tirar de él y qué significa navegar amurados a estribor. Así que todo no está perdido, todavía es posible que hagas de mí un hombre de mar.
Recuerdo haber aprendido también otras cosas útiles. Por ejemplo, que el mar,  la barbacoa y un buen congelador a bordo no están reñidos. Y si no que me pregunten cómo estaba esa carne de Ávila que había estado durmiendo congelada toda la travesía del Mediterráneo hasta que por fin la hicimos acomodo en nuestros estómagos. Por no hablar del estofado de buey.
 Y ya que la cosa va de comida, especial mención merecen mis recuerdos culinarios. Y en eso tiene mucha culpa Lola, siempre preocupada por que no nos faltara cerveza fría en la nevera. Recuerdo su estupendo gazpacho, el clásico y el de Antequera, los boquerones, el té a la menta, etc. La musaka griega simplemente espectacular. Bueno, también riquísima la escalibada de Montse y la tortilla de patata de Oscar. Y para ser justos, el estofado de buey fue obra de Alberto. Cocina de tres estrellas Michelin en el Capitán TeachRecuerdo la maravillosa cala de la isla de Spetses: el agua transparente, los pinos cayendo hasta la orilla del mar, el cielo azul, la iglesia blanca en el cabo.  Me toca hacer la comida con Oscar, así que los dos nos quedamos a bordo mientras los demás se van con la zodiac y estoy nervioso porque quiero acabar cuanto antes para sumergirme y empaparme de ese lugar.
Recuerdo los muchos momentos de conversación en cubierta mientras tomamos un té o un café recién hecho a primera hora de la mañana, ya navegando, la brisa nos acaricia y el capitán nos cuentas sus aventuras y desventuras dentro y fuera del mar. Y no son pocas. Normal, no se podía esperar otra cosa de un asturiano andaluz. JRecuerdo dejar ya el barco, coger el ferry a Atenas y echarles de menos: a Lola, a Alberto, y también a Montse y a Oscar. Y recuerdo pensar mientras miro por la cubierta ya cerca del Pireo que no me he sentido un pasajero en el Capitán Teach, sino un miembro de la tripulación. El barco en esos días fue mi hogar. Gracias Alberto y Lola.
Me encantó navegar con vosotros. Sé que repetiré la experiencia.
¡Buena mar allá donde estéis!

A Roberto se le ha olvidado incluir en la lista de comidas su Bacalao al Pill-Pill, uno de los mejores que he comido nunca, con una receta de su familia que es mas que de sobresaliente.

Os dejo también una foto sacada esos días de hasta donde tiene que llegar la imaginación para poder pasar la noche en algunos puertos de Grecia en Agosto , Como podéis ver cualquier sitio es bueno