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miércoles

09-06-2018 Y de Vuelta, las Cicladas Negras-

Verde.-Astipalaia a Amorgos
Rojo.- Amorgos a Iraclea
El parte meteorológico nos avisa de una secuencia de días con vientos del norte, un aviso del Meltémi que sopla todos los veranos que nos hace salir a escape hacia el Sarónico. Nuestro primer destino el puerto de Katakolo en la isla de Amorgós, que ya conocemos y nos inspira seguridad.

La subida es con el viento en la proa y el barco arrastrándose a no mas de 3,5 nudos contra las olas y el viento a base de motor y haciendo bordos para que la mayor ayude al motor, sin llegar a los ángulos que supondría una ceñida solo a vela.

La vuelta a la punta SW de la isla recuerda a los isleros del estrecho de Gibraltar, las ráfagas son fuertes.

Llegamos y en el único sitio disponible garreamos una y otra vez, pero tenemos suerte y unos alemanes que conocimos en este viaje nos hacen sitio en las cercanías del espigón del ferry y alla nos quedamos amarrados a la Griega con 60 metros de cadena en 12 metros de fondo.

Los barcos que van llegando se quedan fondeados a la gira en el fondo del puerto.

Permaneceremos aquí por cinco días hasta que amaina. Casi no salimos del barco, solo por la tarde paseamos hasta el puerto de pescadores que hay enfrente y leemos, vemos TV, o conversamos entre nosotros.

Por fín el tiempo se hace transitable y ponemos proa a dar un vistazo a unas islas poco visitadas y desconocidas para muchos. Las Pequeñas Cicladas o Cicladas Negras, un grupo de pequeñas islas y muchos islotes.

Sus nombres  Drima , Antikeros, Keros Konfonisio,  Kato, Schoinousa, Iraklea. Muchas ensenadas protegidas y playas de piedras. Quizás
un sitio para mas adelante cuando las temperaturas del agua inviten al baño.


En Kato y un islote adyacente hay cientos de sitios donde apetece soltar el ancla y bucear



 Un pequeño puertecillo existe frente a la isla de Kate en Confonissi y también se puede fondear en las inmediaciones, pero dejando espacio libre al feery para maniobrar.




En la última isla, la de Iraclea amarramos a un muelle para cuartro barcos, donde por arte de magia terminamos amarrados nueve a pasar la noche.

El pueblecillo, mas bien la aldea es encantadora, de gente muy amable. 




El cielo se va encapotando y pro la noche vemos relámpagos y escuchamos algún trueno, aunque la tormenta no llega hasta nosotros.

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