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martes

14-07-2009 Escatologicamente correcto

¿Os he hablado alguna vez del Capitán Alhelí? Es un personaje de semi-ficción que he creado para una narración en la que trabajo, y que es el patrón de un barco, el Cap V. Dado el tamaño del barco y la mala leche que hay en los pantalanes, terminó siendo CapUllito de Alhelí. Pues héteme aquí que Alhelí, tenía una almorrana que le hacía sufrir lo indecible y que era objeto de multiples miramientos por su legítimo propietario, y un día me confesó, que practicaba ritos musulmanes de ablucción después de las esporádicas deposiciones. La conversación me hizo pensar en mi propia problemática y ha dado pié a este relato del blog. En los barcos llevamos, convenientemente conectados a un tanque de almacenamiento, para preservar el entorno ( mas que nada para que el ingeniero nos firme los papeles) un inodoro que en principio no debería de ser muy diferente a los de una vivienda, pero... Aunque el inodoro tiene un diámetro de casi 30 cm., están recubiertos por un asiento que raramente tiene mas de 22 cm, en su máxima dimensión. Así que la cosa empieza por tratar de meterlo todo dentro ( me refiero a " las dos cosas") al mismo tiempo. Desde luego que al conseguirlo quedamos como tapón en cuello de botella. Yo suelo ser de los que va regularmente a hacer uso cada día y paso un rato leyendo alguna cosa. Tiempo dedicado al propio solaz y la meditación. Pero claro, el barco se mueve, se agita y...cada cierto tiempo, y conste que soy varón medianamente dotado nada mas, una sensación de frío contacto nos anuncia que el agua ha llegado al nivel mas alto. A veces la sensación húmeda va acompañada de ligeros rozamientos o golpecillos. Nada fuera de lo normal en el mar donde los barcos atracan y desatracan en las mas sofisticadas islas. Al llegar el momento de la limpieza, el papel hería mis almorranas y mas de un susto me he llevado al ver sangre en el papel, por lo que he probado todas las marcas de tohallitas húmedas, que no entran en los repliegues de la almorrana, seamos finos, hemorroide, con el consiguiente rastro en la ropa interior, que eso si, da pistas sobre la parte de dentro y de fuera, de adelante y atrás. Aleccionado por Alhelí, el intento de limpieza utilizando la ducha es solo una quimera inalcanzable, pues el tubo no llega a la posición deseada. Así que si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma debe ir a la montaña. Empieza el número de circo, ahora hay que meter el final de nuestros sistemas de drenaje en el lavabo, para lo cual hay que izarse hasta el mismo, sin meter el pié en el inodoro, ni agarrarse a las perchas y dejando espacio para la manipulación. Cuando el refrescante chorro de agua nos golpea es una gloria, y la limpieza a presión llega a todos los rincones, como demuestran sucesivas pasadas de tohallitas húmedas. Poco a poco mis almo-hemo-rroides, van mejorando, y con ello mi aprecio hacia el profeta, venciendo mi natural fobia a todos los que muerden los perros. En la próxima invernada, cambiaré la tapa y asiento del WC y colocaré un grifo y tubo como el que adorna los servicios de los paises musulmanes. Eso si es alianza de civilizaciones. Un golpe de maceradora y apertura de llave, se llevan casi todo lo depuesto a la inmensidad de los mares, a excepción hecha de esa piel de tomate que parece haber decidido quedarse a vivir flotando en el fondo de agua limpia.

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